Quizás sea porque lo he vivido durante mi infancia y he tenido que hacer un gran trabajo personal para deshacer la cadena de violencia que imperaba en mi propia familia, pero no puedo entender qué lleva a una persona a pegar a un niño, más a su propio hijo. No comprendo por qué dentro una familia se elije este método de crianza que tantas desventajas probadas científicamente supone sobre todo a largo plazo en lugar de apostar por el respeto mútuo. Entiendo que los niños a veces desquician a los adultos. Esto es así no porque ellos lo pretendan. Sencillamente están aprendiendo a manejar sus propias emociones y no pueden expresar lo que sienten en situaciones totalmente nuevas para ellos salvo recurriendo a la rabieta (los adultos también tenemos muchas rabietas a diario y normalmente nos contienen, no nos castigan). Y habría que tener en cuenta también que muchas veces somos los adultos los que estamos muy estresados por muchos aspectos de nuestra vida cotidiana que nada tienen que ver con nuestros hijos y tendemos a exgerar lo que ha sucedido. Las rabietas o los berrinches en demasiadas ocasiones nos desbordan por otros factores añadidos: problemas económicos o laborales, problemas con nuestra propia pareja, con los vecinos, etc. Le acabamos dando más importancia de la que realmente tieneal "mal comportamiento" de nuestros niños. Entiendo que los padres, la inmensa mayoría de las veces, pretenden modificar un comportamiento poco apropiado o poco aceptado socialmente y que lo hacen de la mejor forma posible. Quizás utilizando el único recurso que tienen a su alcance, a menudo repitiendo lo que han vivido en su casa cuando eran pequeños. La violencia se perpetura de generación en generación y hay que ser muy consciente para empezar a hacer las cosas de otro modo.
Recientemente, en un famoso programa de entrevistas que se emite los fines de semana, "El Chester",me llevé una decepción enorme con el filósofo José Antonio Marina. Defendió "el cachete en un ambiente de cariño". Os aseguro que no di crédito a lo que estaba escuchando, un señor que ha abierto una Universidad de Padres Online. Son dos términos completamente opuestos: cachete y cariño. Y esto es así aunque quienes den el cachete sientan cariño o auténtico amor por la víctima (no puedo llamarla de otro modo). Estimar y respetar a alguien no nos libra de la responsabilidad de ser consecuentes. Pegar a los niños, aunque sea con el objetivo de evitar ciertas conductas peligrosas, inadecuadas o incómodas bajo la visión del adulto, no es para nada consecuente. Estoy segura que nadie quiere enseñar a sus hijos a que peguen en el colegio o en cualquier otro ambiente. Preferimos que nuestros hijos desarrollen la empatía, el diálogo o la resolución pacífica de los conflictos. ¿Por qué no predicamos entonces con el ejemplo? Nadie duda a estas alturas de que el ejemplo es el mejor recurso educativo. Si gritas a un niño, el niño aprende a gritar. Si insultas a un niño, éste sin duda aprende a insultar. Y si le pegas, el niño o la niña aprende a pegar. En definitiva, si no respetas a un niño no puede aprender a respetar ni a sus padres, ni a cualquier otro adulto, ni a sus iguales, ni tampoco a si mismo. Y aunque un niño tenga muchas influencias en su día a día, la mayor influencia hoy por hoy sigue siendo su propia familia.
Por otro lado, querer a alguien no justifica que demos por bueno y por positivo aquello que no nos gusta y que no aceptaríamos bajo ningún concepto en nosotros mismos. No creo que a nadie le guste que su pareja aplique la violencia de ningún tipo contra él o ella. O que alguien defienda los gritos, los insultos o los golpes dentro de cualquier relación adulta. Pegar, aunque sea en un ambiente de cariño, es un abuso de poder señor José Antonio Marina. Y, además, el castigo físico ya es delito penal en España. No se tipifica su intensidad y la ley suele activarse solamente en los casos más graves o más llamativos. Sin embargo, las autoridades son muy claras al respecto considerando que el castigo físico es una violación de los derechos del niño.
Hasta hace relativamente poco tiempo, yo misma pensaba que era justificable pegar a un niño cuando éste había puesto en peligro su integridad física. Sólo y exclusivamente en este caso. Por ejemplo, si un niño muy pequeño que aún no camina, sólo gatea, va a meter los dedos en un enchufe, yo pensaba que era sensato y coherente pegarle "un manotazo suave" para evitar que se llevara un calambrazo. Pero, ¿no creéis que es suficiente con decirle un "no" rotundo? La expresión facial de desacuerdo o enfado la entienden todos los bebés desde bien temprano. O mejor aún, ¿no es preferible prevenir esta situación poniendo protectores en todos los enchufes de la casa? Porque la curiosidad y la exploración son comportamientos innatos en todos los niños y ellos no tienen la culpa de que los enchufes estén colocados a su alcance. ¿Queremos castigar un compartamiento totalmente normal y esperable en un niño? Es totalmente absurdo si lo pensamos bien.
Por otro lado, querer a alguien no justifica que demos por bueno y por positivo aquello que no nos gusta y que no aceptaríamos bajo ningún concepto en nosotros mismos. No creo que a nadie le guste que su pareja aplique la violencia de ningún tipo contra él o ella. O que alguien defienda los gritos, los insultos o los golpes dentro de cualquier relación adulta. Pegar, aunque sea en un ambiente de cariño, es un abuso de poder señor José Antonio Marina. Y, además, el castigo físico ya es delito penal en España. No se tipifica su intensidad y la ley suele activarse solamente en los casos más graves o más llamativos. Sin embargo, las autoridades son muy claras al respecto considerando que el castigo físico es una violación de los derechos del niño.
Hasta hace relativamente poco tiempo, yo misma pensaba que era justificable pegar a un niño cuando éste había puesto en peligro su integridad física. Sólo y exclusivamente en este caso. Por ejemplo, si un niño muy pequeño que aún no camina, sólo gatea, va a meter los dedos en un enchufe, yo pensaba que era sensato y coherente pegarle "un manotazo suave" para evitar que se llevara un calambrazo. Pero, ¿no creéis que es suficiente con decirle un "no" rotundo? La expresión facial de desacuerdo o enfado la entienden todos los bebés desde bien temprano. O mejor aún, ¿no es preferible prevenir esta situación poniendo protectores en todos los enchufes de la casa? Porque la curiosidad y la exploración son comportamientos innatos en todos los niños y ellos no tienen la culpa de que los enchufes estén colocados a su alcance. ¿Queremos castigar un compartamiento totalmente normal y esperable en un niño? Es totalmente absurdo si lo pensamos bien.
Me hacen hasta gracia los padres que dicen: "me duele más a mí que a mi hijo". ¿Por qué lo hacen entonces si es algo que causa malestar a toda la familia al completo? Creo que el cachete es lo más rápido para erradicar una conducta, pero estoy segura que no es lo más efectivo a largo plazo. Sólo se aprende la conducta a evitar, pero no se aprende lo que se debe hacer o lo que los adultos esperan de los niños. ¿Y realmente se aprende? Mediante el miedo no se aprende absolutamente nada. La obediencia por miedo no es obediencia, es represión. Y si hay algo que realmente nos produce a todos terror y congoja durante nuestra infancia o nuestra adolescencia es un padre o una madre enfadados. Por ejemplo, ¿queremos que nuestros aprendan que está mal mentir porque es un comportamiento no ético y una mentira conduce a otra mentira o porque diciendo siempre la verdad evitarán los azotes?
Y hay algo que me parece extremadamente peligroso del castigo físico: a menudo los hijos lo perciben como una venganza, un deshaogo de sus padres. Y en el fondo yo creo que es así: el cachete explicita la impotencia y la incapacidad del adulto para tomar otras medidas. Otras medidas que requieren tiempo, esfuerzo y paciencia, es cierto. El diálogo es algo que se debe trabajar desde muy temprano y requiere un gran compromiso paterno. Además, a largo plazo con el castigo físico, lo que ocurrirá es que probablemente el padre o la madre tendrán que aplicarlo cada vez con más frecuencia o con más intensidad para obtener el mismo resultado.
Y hay algo que me parece extremadamente peligroso del castigo físico: a menudo los hijos lo perciben como una venganza, un deshaogo de sus padres. Y en el fondo yo creo que es así: el cachete explicita la impotencia y la incapacidad del adulto para tomar otras medidas. Otras medidas que requieren tiempo, esfuerzo y paciencia, es cierto. El diálogo es algo que se debe trabajar desde muy temprano y requiere un gran compromiso paterno. Además, a largo plazo con el castigo físico, lo que ocurrirá es que probablemente el padre o la madre tendrán que aplicarlo cada vez con más frecuencia o con más intensidad para obtener el mismo resultado.
¿Y los hijos que afirman que ellos han recibido cachetes y que no están para nada traumatizados y llevan una vida completamente normal? Sinceramente creo que mienten o sencillamente no recuerdan o no quieren recordar la humillación, la rabia, la tristeza, la impotencia, la frustación o a la culpabilidad que sintieron en esos momentos. Porque, salvo en casos muy graves, los castigos físicos no dejan marcas o lesiones, pero a nivel emocional sí tienen muchas secuelas, a menudo durante un periodo muy extenso de la vida de una persona.
Ayer un padre de mi entorno le habló a su hijo por primera vez de un episodio muy triste que ambos vivieron durante su infancia. Ha tardado más de 25 años en intentar pedir perdón a su hijo por unos correazos que le dio por falsificar su firma en unas notas. Es un gesto que le honra, pero lo que le dijo no fue para nada suficiente. Es más, creo que causó más dolor. El miedo a la decepción y a la posterior reacción de un padre es demoledor y todos tenemos derecho a cometer errores, más un niño que se enfrenta a situaciones nuevas a diario y que está aprendiendo a convivir (cuántos adultos conocemos que no han conseguido este objetivo, que no saben convivir en muchos ámbitos de su vida). Su hijo, queriendo evitar un enfado paterno, complicó la situación aún más y obtuvo un enfado muchísimo mayor y un castigo físico mucho más contundente de los que había tenido hasta ese momento. La justificación para este acto tan mezquino (no puedo calificarlo de otra manera) fue que podía haber llegado mucho más lejos de donde ha llegado en su vida, que no aprovechó los estudios y que ahora podría tener un trabajo mucho mejor (un trabajo donde gane más dinero creo que es lo que entiende el padre por un trabajo mejor). Justificar que a tu hijo le pegaste porque es un fracasado según tus criterios personales y porque te ha decepcionado como hijo es más triste aún que haberle pegado. Nadie, mucho menos un niño, la persona más débil y desprotegida en esta sociedad, merece que le peguen. Venimos a este mundo para que nos amen incondicionalmente, no para cubrir las expectativas de nuestros padres, ni para lograr los éxitos que ellos no han podido lograr.
No creo que sea necesario que un episodio se repita para que sea maltrato. Y da igual si es una colleja, un coscorrón, una bofetada, un azote o un correazo. Todo es violencia, todo es un abuso sobre el cuerpo de otra persona mucho más débil y vulnerable. Pegar a un niño, gritarle o insultarle es maltrato y con una vez que suceda es más que suficiente, el daño psicológico ya está logrado, aunque sea con la mejor de las intenciones. El primer síntoma de que nos han hecho un daño emocional a veces irreparable pegándonos cuando éramos pequeños es justificar a nuestros padres. Les justificamos porque les queremos. Es muy dificil aceptar que la persona que te ha dado la vida, la que más te debe querer y la que te debería proteger en todo momento, te ha pegado, te ha causado daño "por tu propio bien". Esto es lo más lamentable de esta situación, no justificamos nunca si nos pega un desconocido. En el mundo adulto no existe la posibilidad de pegar "por tu propio bien", la violencia es siempre un acto ilegal y condenable.
Aceptar que tus padres no son perfectos, que cometieron errores, aunque fuera con toda su buena intención, forma parte de nuestro propio proceso de maduración y la única forma de romper con este círculo de violencia hacia las nuevas generaciones. Sencillamente si no pegas a tu mujer, a un compañero de trabajo o a tu jefe ¿por qué vas a pegar a tus hijos? Lo que es inaceptable hacia los adultos, lo es también hacia los niños.
"Si vas a dejarle un legado a tus hijos, que sea de amor, contención y respeto. Si vas a romper tradiciones familiares, que sean las de maltrato, humillación y sumisión. Todos los días tienes que elegir qué perpetuar". Álvaro Pallamares.
No creo que sea necesario que un episodio se repita para que sea maltrato. Y da igual si es una colleja, un coscorrón, una bofetada, un azote o un correazo. Todo es violencia, todo es un abuso sobre el cuerpo de otra persona mucho más débil y vulnerable. Pegar a un niño, gritarle o insultarle es maltrato y con una vez que suceda es más que suficiente, el daño psicológico ya está logrado, aunque sea con la mejor de las intenciones. El primer síntoma de que nos han hecho un daño emocional a veces irreparable pegándonos cuando éramos pequeños es justificar a nuestros padres. Les justificamos porque les queremos. Es muy dificil aceptar que la persona que te ha dado la vida, la que más te debe querer y la que te debería proteger en todo momento, te ha pegado, te ha causado daño "por tu propio bien". Esto es lo más lamentable de esta situación, no justificamos nunca si nos pega un desconocido. En el mundo adulto no existe la posibilidad de pegar "por tu propio bien", la violencia es siempre un acto ilegal y condenable.
Aceptar que tus padres no son perfectos, que cometieron errores, aunque fuera con toda su buena intención, forma parte de nuestro propio proceso de maduración y la única forma de romper con este círculo de violencia hacia las nuevas generaciones. Sencillamente si no pegas a tu mujer, a un compañero de trabajo o a tu jefe ¿por qué vas a pegar a tus hijos? Lo que es inaceptable hacia los adultos, lo es también hacia los niños.
"Si vas a dejarle un legado a tus hijos, que sea de amor, contención y respeto. Si vas a romper tradiciones familiares, que sean las de maltrato, humillación y sumisión. Todos los días tienes que elegir qué perpetuar". Álvaro Pallamares.
Con amor Sol.