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15. Miércoles Mudo. Mi Mamífero


Superado el primer trimestre

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A día de hoy mi bebé lleva con nosotros creciendo en mi interior exáctamente 14 semanas y dos días. Parecía increíble, pero hemos conseguido superar el temido primer trimestre. No ha sido un viaje precisamente sencillo. Nunca lo es, la verdad, pero menos cuando has tenido experiencias previas tan duras como las mías. Es totalmente diferente un embarazo normal de un embarazo tras una pérdida o varias. Se suele decir que hemos perdido la inocencia. Quizás por esta razón muchas personas no entienden que necesitase hacerme tantos tests para confirmar mi embarazo o que no vaya a la consulta ilusionada y con unas ganas locas de ver a mi bebé. Han habido momentos muy buenos, todo hay que decirlo, momentos de conexión casi mágica con mi bebé donde sólo me apetecía acariciarme la tripa día y noche. Pero también han habido días terribles donde la angustia parecía ganar la batalla, pero seguimos luchando.

Más o menos hasta la semana nueve no tuve ningún síntoma típico de embarazo: ni mayor sensibilidad a los olores, ni molestias en el pecho, ni más sueño, ni el hambre voraz que tuve en los embarazos de sus hermanos. Si no hubiera sido por los cinco tests caseros de embarazo que me hice y por las ecografías tempranas que acabé accediendo a que me hicieran en la consulta, no me hubiera creído que estaba embarazada. Aunque creo que conozco la razón de mi total ausencia de síntomas. Nos hicieron creer con tanta prueba médica, tanto laboratorio y tanta clínica de infertilidad que no podríamos conseguir nunca más un embarazo por vía natural. ¿La causa? La criptozoospermia diagnosticada en el papá. Así que inconscientemente debí anular todos los síntomas porque no es muy usual que ya haya estado embarazada y no tuviera síntomas de ningún tipo, aunque, como se suele decir, cada embarazo es diferente. Quizás sólo haya sido que he empezado a tener síntomas cuando la placenta había comenzado a desarrollarse. Los primeros días de retraso, allá por el mes de mayo, estuve hasta enfadada y muy nerviosa porque no bajaba la regla y no podía iniciar el segundo ciclo de estimulación para una nueva donación con semen de donante cuando lo teníamos todo preparado: medicación en la nevera, reservado el semen de donante en una clínica privada, las citas programadas en nuestro hospital de referencia, etc. No recuerdo exáctamente qué día me hice el primer test de barilla, los que veis en la imagen, pero fue al alrededor del día 5 de mayo, justo después del Día de la Madre. Esas dos rayitas fueron mi mejor regalo para este día tan emotivo. Para los que no conozcáis el funcionamiento de estos test, decirlos que son muy económicos, se compran por Internet y tienen más sensibilidad que cualquier otro que puedes comprar en la farmacia. Si te vas haciendo uno a diario con la primera orina del día, aunque esto no es un requisito imprescincible, verás que la intensidad del color de la rayita que determina el embarazo va en aumento. Esto es muy buena señal, ya que indica que la beta va aumentando, es decir, aumenta la hormona exclusiva del embarazo. Posteriormente, compramos un test tradicional para poder guardarlo de recuerdo como hicimos con los test de sus hermanos.

A partir de esta semana, de la nueve como os comentaba, comencé a tener muchas arcadas y nauseas, algo totalmente nuevo para mí porque en mis anteriores embarazos no lo había experimentado. Me encontraba muy mareada por las mañanas y no podía levantarme de la cama si no comía antes una pieza de fruta (prefiero comer eso a las típicas galletas saladas que suelen recomendar). Además, he tenido días en los que casi no he podido dormir por la ola de calor tan intensa que estamos viviendo en toda España. Y, claro, el cansancio físico acrecienta las nauseas y el malestar general, es un círculo vicioso. También estaba muy preocupada porque cuando te han dicho que el 80% de los espermatozoides del padre tienen alteraciones a nivel morfológico, asumes que las posibilidades de que llegue uno de esos "espermatozoides defectuosos" son bastante altas. Intentaba confiar en mi bebé, pero el miedo era muy grande. No he manchado nada, eso ha sido lo más increíble  y maravilloso de todo el proceso. Reconozco que a día de hoy aún reviso el papel higiénico antes de echarlo a la taza. Pensaba que no iba ser consciente cuando mi hijo muriera precisamente por esto porque no estaba manchando nada de nada y temía que en alguna de las ecografías me dijeran que no encontraban el latido.

Mi peor día fue cuando tuvimos que acudir a urgencias porque me encontraba realmente mal: muy agotada, totalmente sin fuerzas y sin energías. Después de vomitar varias veces ese día y del calor tan sofocante que estaba pasando, creía que me estaba deshidratando y estaba muy preocupada por cómo le podía afectar eso a mi bebé. Afortunadamente no fue así y sólo acabamos con un intenso moratón en el brazo derecho porque a una enfermera le resultó muy complicado localizarme una buena vena para cogerme la vía. Mis venas están muy hundidas y estoy más que acostumbrada a que esto me suceda, pero nunca me habían hecho un hematoma semejante, casi me cubría todo el brazo hasta la muñeca. Uno de los médicos me dijo cuando finalmente me localizaron una vena después de varios intentos y de varios sanitarios que fueron probando:"pues que te la señalen bien para el parto", comentario que no me hizo ninguna gracia y me pareció totalmente fuera de lugar.

Las visitas al ginecólogo y a la matrona han sido muy frecuentes. Supongo que esto a muchas mujeres les aporta tranquilidad y seguridad, pero no es mi caso. Yo no las disfruto y me hacen perder confianza en mi misma. Sé que las ecografías no son del todo inócuas, que molestan a los bebés, aunque no está demostrado científicamente que afecten a su adecuado desarrollo. Pero cuando está todo tan frágil, lo que va a ser el cerebro, la médula, sus bracitos o sus piernitas, tienes miedo a todo, hasta de cada cucharada de comida que te llevas a la boca, y más con nuestros antecedentes. Pero sí que es cierto que a su padre y a mí nos han tranquilizado estas primeras ecografías (no hay otra forma de saber con seguridad que todo marcha según lo esperado) y hemos podido ver poco a poco toda la evolución de nuestro bebé. En la última ecografía estuve muy nerviosa, le tomaban medidas a mi bebé, concretamente la transnucal, y sé que es una prueba muy importante para descartar posibles patologías. Estuvimos una hora esperando en la sala de espera con el aire acondicionado muy bajo en uno de los días más calurosos que se recuerdan en Madrid. Todo por un error administrativo. Creo que lo primero que debería constar en el informe de una embarazada es si ha tenido pérdidas previas a ese embarazo o no porque dependiendo de eso entras a consulta deseando ver a tu bebé o temiéndote lo peor. Nos dijeron que estaba todo bien, que no era necesario que me hiciera pruebas más invasivas como la amnenciontesis porque el riesgo de tener un hijo con algún tipo de discapacidad era muy bajo, pero todo el nerviosismo previo acabó pasando factura y mi tensión estaba disparada, por lo que tuve que esperar a que me bajara para poder marcharme a casa. Fue casi mágico: me quedé mirando como mi hijo se llevaba la manita a la boca, ensayando para mamar y mi tensión bajó casi milagrosamente.

Y en cuanto a la parte emocional, a la que yo doy mucha importancia, siento que no estoy conectando tanto con este bebé como lo hice con sus hermanos. No estoy ansiosa por leer libros sobre embarazo y parto como hice con sus hermanos, no estoy escribiendo un diario de embarazo, ni poniéndole música, ni leyéndole cuentos, ni nada similar. Aunque sí tenemos en casa una pizarra con forma de corazón donde vamos apuntando las semanas que van pasando. También buscamos su nombre: Imanol si es un niño e Íride si es una niña. Por el momento, es simplemente I. Supongo que se debe a mi incredulidad a estar nuevamente embarazada y por vía natural. El primer trimestre, de todas formas, es un poco raro. Una matrona me dijo que el bebé se dedica a abrir cajones a la madre para ver que guarda dentro y creo que es así.

Y seguimos sumando días agotadores y felices. Empieza una nueva aventura: el segundo trimestre. Todos dicen que es el mejor, que te sientes con más fuerzas que nunca. Esperamos que sea así.

Mi yo madre

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Estoy a punto de finalizar el curso de psicología perinatal que estoy haciendo a través de Terra Mater, ya sólo nos falta el seminario de septiembre. Va a ser uno de los más duros y potentes, ya que hablaremos de la muerte gestacional y perinatal y su correspondiente duelo. Una de las actividades que más me ha gustado realizar de los seminarios anteriores ha sido ésta:


Soy madre de unos bebés que no llegaron con vida al segundo trimestre de embarazo y en la actualidad estoy gestando otro hijo más y, por el momento, va todo bien. Ya hemos superado este temido primer trimestre. Con estos primeros bebés que no llegaron a nacer fui una madre muy revindicativa. Me empeñé en que todo mi entorno reconociera a mis hijos como miembros de mi familia, aunque no llegaran a nacer y sólo yo los conociera. Reconozco que no tuve mucho éxito. Creo que logré más sensibilización hacia este tema con personas que apenas me conocían y aterrizaban en mi blog por casualidad o con parejas que habían pasado por una experiencia similar. De todas formas, me siento muy orgullosa de su breve paso por nuestras vidas. 

Con el bebé que estoy gestando en la actualidad me cuesta mucho más vincularme que con sus hermanos. Vamos muy poco a poco e igualmente me siento muy orgullosa de cada paso que vamos dando, que hasta ahora han sido poquitos, pero muy significativos para su padre y para mí. Y, bueno, todo lo demás son proyectos porque realmente no he tenido la oportunidad de ejercer aún como madre. 

Lo primero que me gustaría que supiera este hijo que llevo dentro de mi útero es que es fruto del amor. Estoy profundamente enamorada de su padre y se lo haré saber tan pronto como pueda. Quizás sea porque sé que yo no fui una hija concebida, deseada. O quizás fui el último intento de salvar un matrimonio que hacía aguas por todos los lados, pero considero que es vital sentirte aceptado y querido desde el primer día, desde el útero. Y tener en tu propio hogar y familia una referencia de amor verdadero me parece mucho más que positivo. No podré garantizarle que vaya a querer a su padre toda mi vida, pero lo que sí le puedo decir es que siempre le admiraré y le respetaré. No creo que pudiera haber encontrado a una persona más afín a mí y también más íntegra y fiel a sí misma. En todo lo fundamental siempre hemos estado de acuerdo y admiro profundamente los valores que tiene y espero que seamos capaces de inculcárselos a este nuevo ser. Me gustaría que mi futuro hijo no se conformara con menos amor y menos respeto en su vida y que no aceptara alguien que no le trate como se merece en todo momento.

También me gustaría que mi hijo fuera una persona culta. Me da igual si es mecánico, ingeniero o ama de casa, pero me gustaría que leyese mucho, que se interesara por todo lo que le rodea, que tuviera espíritu crítico, que fuera capaz de tomar sus propias decisiones y, muy importante, que también que fuera capaz de reconocer sus errores. Me parece que es la única forma de avanzar y de mejorar en cualquier aspecto de tu vida.

Otra cosa que me gustaría es que fuera una persona libre. Para esto hay que estar muy informado y ser una persona muy consciente. No me gustaría que tomara decisiones en función de los deseos de los demás, ni si quiera en función de los sueños o los deseos de sus padres.

Y ya por último, quizás os parezca fuerte lo que voy a decir, pero me encantaría que mi hijo/a hiciese siempre lo que le apetezca a nivel sexual, siempre sin forzar a nadie. Creo que tener una mente abierta hacia el sexo es síntoma de salud mental y no me gustaría para nada que se pudiera sentir culpable por lo que haga o deje de hacer al respecto. Amaré y aceptaré a mi hijo sea del sexo que sea y decida compartir su vida con un hombre o con una mujer.

Reconozco que me da un poco más de respeto y quizás miedo convertirme en la madre de una mujer. ¿Seré de capaz de conseguir que siempre ame a su cuerpo, que nunca rechace o se avergüence de su físico? Yo misma en muchas etapas de mi vida no lo he conseguido y me he sentido muy vulnerable. Ser madre de un hombre en la actualidad me parece un poco más sencillo, aunque tampoco le quito importancia. No creo que me costara enseñarle si fuese un hombre mi futuro hijo a ser un buen amante o a que respete a cualquier mujer que pase por su vida.

¿Cuáles son mis puntos fuertes como madre? ¿Y los débiles? Me considero una persona muy segura. Tengo cuatro cosas muy claras, aunque sólo sean eso, cuatro cosas. Por ejemplo, jamás emplearía la violencia contra un niño, igual que no la uso con ningún adulto que me rodea. También otro punto fuerte mío es que soy muy activa y me encanta emprender proyectos nuevos. Me considero también muy detallista y ya estoy soñando con organizar ceremonias de bienvenida para mi pequeño/a: su primera regla, su graduación, sus primeros pasos... Como puntos débiles, soy muy gritona. No me gusta repetir las cosas y la segunda vez que digo algo mi tono suele ser mucho más alto. Tengo que desarrollar mi lado paciente y calmado, creo que es muy importante si convives con niños. También reconozco que soy celosa. Siento celos hasta con mis gatos. 

¿Qué dificultades has tenido en tu experiencia de maternidad? Lo primero fue aceptar que nuestros hijos no nos pertenecen y que ellos marcan los tiempos. Llegan cuando tienen que llegar, la mayoría de las veces no coinciden con los deseos y las expectativas de sus padres. También creo que me va a costar hacer oídos sordos a las críticas de los demás hacía mi estilo de crianza. O, por lo menos, sé que muchas veces no contestaré con asertividad y respeto. Me molesta mucho que la gente opine de todo, hasta de lo que no les afecta en absoluto. Considero que puedo llegar a ser bastante sátira o incluso agresiva cuando se meten en mi vida sin mi autorización.

¿Qué persona o personas crees que han influido más en tu experiencia de maternidad y de qué manera? Pues la persona que me adentró en el mundo de la crianza respetuosa y con apego fue una amiga virtual, madre de dos niños. Ella me explicó, por ejemplo, lo qué es el colecho. Luego he aprendido mucho a través de muchos autores y libros que han caído en mis manos más o menos por azar. Neil de Summerhill fue uno de los primeros libros que leí sobre pedagogías alternativas y me encantó. Me pareció en su momento que era el mejor sistema educativo. Luego puedo citar a Carlos González, Rosá Jové, Yolanda González, etc. A todos ellos ellos los admiro, aunque en algunos aspectos discrepo, pero en lo esencial sí suelo coincidir.

Si tu hijo tuviera que describirte, ¿cómo crees que lo haría? Pues espero que me recuerde como una persona feliz. Creo que es una auténtica suerte crecer viendo a tus padres contentos y motivados con su vida. También me gustaría que dijera que soy una persona justa y sensibilizada con el mundo que le rodea.

Con amor Sol Muñoz.

Carta a un hombre cualquiera

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No, yo no te declaro la guerra por el simple hecho de ser hombre. Yo tampoco elegí nacer mujer. Estamos en el mismo barco compañero. Créeme, no conozco a ninguna mujer que te odie sólo por lo que tienes entre las piernas. No, tampoco quiero ni necesito que te mutiles y te la cortes.

Lo que te pido es mucho más sencillo que todo eso. Quiero que te horrorice total, completa y absolutamente lo que está sucediendo cada día, lo que nos muestran lo noticiarios como hechos aislados, pero que no lo son en absoluto (789 hombres han asesinado a sus parejas o exparejas en los últimos doce años en España). Quiero que condenes la violencia contra la mujer sin paliativos, sin excusas, sin mencionar ni una sola vez "las denuncias falsas". 

No quiero que te sientas ofendido cuando se hable de este tema en tu presencia, ni que sientas que todo esto es "una vuelta a la tortilla"y que las mujeres estamos clamando venganza contra todos vosotrosYa sé que tú nunca has pegado ni insultado a una mujer y que probablemente jamás lo harás. Pero quiero que entiendas que no es algo totalmente ajeno a ti, que no es cosa sólo de unos pocos locos o alcohólicos.

Necesito con urgencia que reconozcas de una vez por todas que la socialización masculina incorpora irremediablemente y sin posibilidad de escapatoria la cultura de la violencia. Yo también soy consciente que las principales educadoras somos las mujeres. Quiero que te cuestiones de qué manera has sido educado para que te conviertas en un hombre competitivo, fuerte, independiente, violento y no seas capaz de expresar tus emociones. La violencia machista es como con una pirámide, en la que las agresiones físicas, las psicológicas y como acto más salvaje y cruel, el asesinato, se sitúan en la cúspide y, en la base, está la ideología patriarcal y muchísimos usos, costumbres y estereotipos de género que hacen que los hombres os sintáis con el derecho de poder agredir a las mujeres de una u otra manera sin consecuencias ni a largo ni a corto plazo.

Quiero que seas consciente de que disfrutas de una serie de privilegios en el ámbito personal, social, laboral y sexual sólo por el hecho de haber nacido hombre. Quiero que te hagas cargo de la desigualdad de género  y que no alegues ni una vez más que es algo del pasado y que tú no eres responsable de nada porque no eres machista. Tú eres asesinado, pero yo soy encontrada muerta como por arte de magia. Es así.

¿Estás seguro de que nunca te has reído con un chiste machista o que, incluso, has llegado a contarlos? ¿Estás convencido que nunca has dicho a tu pareja lo que tenía o no tenía que hacer? ¿Nunca has hostigado en mayor o menor medida a una chica atractiva por la calle? ¿Nunca has humillado a una mujer llamándola "gorda" o diciéndole cosas del tipo "tú no entiendes de estas cosas"? ¿Jamás has empleado el término "feminazi" o "histérica"Podría hacerte mil preguntas más y estoy segura que finalmente te pillaría en un renuncio. Exáctamente igual que tú me sorprenderías a mí si me haces otro cuestionario. Nadie estamos libre de pecado.

No te odio por ser hombre. No, de ninguna manera. Pero podría odiarte por ser complice, por ser consentidor pasivo de toda esta violencia.

Para exigir a Mariano Rajoy que tome medidas urgentes contra la violencia de género podéis firma esta petición escrita por la activista Jesusa Ricoy aquí.

Y en Madrid para el día 7 de noviembre se está organizando una gran manifestación. ¡Nos vemos en las calles hombres de este sagrado ahora!

IMANOL

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La semana pasada, en la semana 19 de embarazo y en la ecografía morfológica como suele ser lo habitual, nos confirmaron tu sexo. Tuberías por fuera, eres un maravilloso niño, una nueva promesa para la humanidad con voz grave. Era algo que ya intuíamos desde el principio del embarazo. En estos meses muy pocas veces nos hemos dirigido a ti en femenino prometiéndote pedirte perdón si finalmente eras una niña. Sabíamos que era muy complicado, sino imposible, que los espermatozoides de tu papá, como consecuencia de su criptozoospermia diagnosticada, pudieran sobrevivir varios días en mi interior. La fecundación debió ser el mismo día que nos amamos tu padre y yo. Creemos que ese mágico día fue el 19 de abril del 2015. Hacía meses que no recurría a los tests de ovulación para conocer este dato con exactitud. Desde hace mucho reconozco perfectamente mis síntomas en las diferentes fases de mi ciclo y no suelo equivocarme. Sólo utilizaba los tests para comprobar que estaba en lo cierto y que estaba ovulando cuando efectivamente yo creía que era así. Los espermatozoides Y son más resistentes y pueden vivir varios días en el cuerpo de una mujer, por lo que si una madre espera una niña casi con toda seguridad se quedó embarazada unos días antes o después de su ovulación. Mientras que si va a tener un niño, la fecundación se produjo el mismo día de la ovulación, ya que los espermatozoides X son más ágiles y rápidos, pero mueren antes que los Y.

Siempre nos ha dado igual lo que fueras o lo que decidieras ser en un futuro. Sólo nos importa que estés bien y que seas muy feliz durante toda tu vida. Y como dice tu padre, ahora conocemos tu sexo, pero aún no sabemos tu genero, que también no es totalmente indiferente porque siempre vas a ser querido y aceptado. Pero reconozco que al salir de la clínica sí que me pregunté cómo hubiera sido ser madre de una niña. No me considero una mujer muy femenina y mis niñas preferidas son las que juegan al futbol, no las que se disfrazan de princesas. Incluso pienso muchas veces que soy la parte masculina de la relación. Tu padre también me lo dice muy a menudo. Desde hace años llevo el pelo muy corto, como un chico me dicen algunos opinólogos, y cuando conocí a tu padre él lo llevaba mucho más largo de lo que lo he llevado yo jamás. Y esto es sólo un ejemplo de nuestro día a día. Pero sí que reconozco que, sin ir más lejos, me encantan los complementos, sobre todo los pendientes, y ahora no sé quién las heredará cuando yo ya no esté. A tu padre no le gusta bailar, ni si quiera en los conciertos de sus músicos preferidos, pero yo bailo donde haga falta: en las bodas, en las fiestas de los pueblos, en el pasillo de casa... Él dice que canta y baila por dentro y yo no logro imaginarme cómo es eso. ¿La vergüenza a hacer el ridículo en público se heredará? ¿Lo de no bailar será más típico y común en los hombres? ¿Estaré condenada para siempre a buscar a mis parejas de baile fuera de mi propia familia? Y supongo que también las niñas suelen recordar a sus madres que ya ha llegado la hora de depilarse y yo no tengo a nadie que se atreva a decirme algo así y creo que un par de veces al año me haría falta. Pero en fin, tu padre con eso de correr maratones a veces va más depilado que yo. Y por último, ¿me acostumbraré a eso que dice Shrek "mejor afuera que dentro"? Porque antes de vivir con tu padre no consideraba los pedos nada divertidos. Son tonterías y pequeñas cosas, pero reconozco que se me pasó por la cabeza todo esto cuando salimos de la clínica con la ecografía en la mano.

Y, sobre todo, reflexioné mucho sobre que nos hemos enterado de tu sexo en un"verano negro"en cuanto a lo que se refiere a violencia de género. En estos meses de julio y agosto desgraciadamente, y para mi más completo horror, se han batido todos los records en asesinatos de mujeres y de sus hijos. Es un gran reto educar a un niño en estos tiempos donde las mujeres hemos avanzado muchísimo en todos los aspectos, pero los hombres parecen estancados y sin atreverse a dar el salto. Muchos incluso mirando hacia otro lado, sin reconocer aún los privilegios de los que disfrutan por el simple hecho de haber nacido varones. ¿Seré capaz de educar a un hombre consciente yo que me sorprendo cada día a mí misma con estúpidos esteriotipos de género a pesar de estar ampliamente formada en este aspecto y de esforzarme a diario en abrir mi conciencia? Porque tengo claro que te educo desde ahora mismo, desde mi útero, para el mundo, no para mí y lamentaría profundamente que algún día, aunque fuera de forma muy sutil, puedas llegar a tratar mal a una mujer.

En estos días, desde que supimos con certeza tu sexo, leí un texto a través del Facebook que me emocionó muchísimo. Su autor es Roy Galán y podéis leer sus fantásticas reflexiones en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/RevolutionRoy?fref=ts Comparto aquí su maravilloso texto que puso en palabras exactamente lo que siento en estos momentos:


Si yo tuviera un hijo le pondría un nombre provisional: Ni Mali, que en suajili significa "Se pertenece".

Si yo tuviera un hijo, el día de su cuarto cumpleaños, iríamos a saltar en las camas elásticas hasta quedarnos acostados en ellas mientras otros saltan y después iríamos a solicitar su cambio de nombre.

El que él quisiera.

¿Cómo quieres llamarte?

Elsa.

Hola, Elsa, bienvenida.

Si yo tuviera un hijo no le bautizaría pero le llevaría a misa de doce y le diría que no se tiene que levantar ni arrodillar si no le apetece.

Si yo tuviera un hijo y me preguntara si Dios existe le diría que si él necesita que exista, existe, que yo no lo necesito y por eso para mí no existe.

Luego le daría un abrazo y le diría que eso es lo único que yo necesito.

Si yo tuviera un hijo, haría con él los contradeberes, contestando a las preguntas con lo primero que se nos pasara la cabeza y luego buscaríamos juntos las respuestas que otros han dado y que quieren que él dé en clase.

Tendríamos una libreta con nuestras respuestas.

¿Cuál es la propiedad conmutativa?

Es la propiedad que tienen los mutantes de conmover al resto de personas que no tienen poderes.

Jaja. Y nos reiríamos hasta que el mundo desapareciera por completo.

Si yo tuviera un hijo, iríamos al cine todas las semanas, y si la película fuera no recomendada para menores de 18 años, lo escondería debajo de la chaqueta hasta que estuviéramos completamente a oscuras.

Luego, en casa, hablaríamos como mayores de 18 años de la película.

Sí, hay gente que hace daño a otra gente, pero es una elección.

No, ya no hay dinosaurios, pero hay cosas peores.

Sí, todos nos vamos a morir, pero ahora estamos vivos, ¿no?

Si yo tuviera un hijo y quisiera ir al zoo, iría una vez con él. Ese fin de semana no saldríamos de casa. El domingo por la noche le diría que así se sienten los animales en el zoo.

Si yo tuviera un hijo, taparíamos la tele con una sábana blanca y haríamos la princesa prometida.

Como desees.

También cambiaríamos algún final.

Francesca abre la puerta de la camioneta y se empapa.

Y dejaríamos igual el de Big Fish, ¿no?

Si yo tuviera un hijo y me viera llorar, porque los padres también lloran, le señalaría el lugar en el que me duele y luego le preguntaría que dónde le duele a él.

Si yo tuviera un hijo le compraría condones y hielos y le diría que hable con la persona con la que vaya acostarse y que le pregunte si le está gustando y si todo está bien y que sonría mucho.

Si yo tuviera un hijo me fumaría un canuto con él.

Juntos.

Le diría que fume solo si se siente bien y solo si le ayuda a hacer algo y no para evadirse de ese algo.

Venga, ahora dibuja algo.

Si yo tuviera un hijo y yo me muriera, porque los padres se mueren, intentaría haberle hecho sentir que lo único que necesita para estar vivo es aire, agua y mandarinas.

Y que con aire, agua y mandarinas, se puede seguir amando.

Si yo tuviera un hijo y se me muriera, porque los hijos también se mueren, me haría maestro para repartir todo lo que se me quedó o viajaría o escribiría mil historias con su nombre implícito o me tumbaría de nuevo en una cama elástica a mirar las estrellas.

Haría de su tumba un nido de luciérnagas.

Y si al final los dos conseguimos tener arrugas y canas en el mismo espacio y en el mismo tiempo, le miraría y diría: lo conseguimos.

A pesar de las armas.

A pesar del cáncer.

A pesar del desamor.

A pesar del dinero.

A pesar de la depresión.

A pesar del apego.

A pesar de los enfados.

A pesar de todo, lo conseguimos, Ni Mali.

Yo te hice existir.

Y tú me viste.


Roy Galán.

Amar sin miedo a malcriar

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Acabo de finalizar de leer este imprescindible libro de la psicóloga Yolanda González Vara. Me ha encantado. No había leído nada de ella hasta ahora. Tardé en descubrirla. Fue hace unos meses a través de varias entrevistas que vi en YouTube. Pero ahora ha conseguido convertirse sin ningún genero de dudas en uno de mis profesionales recomendables al 100%.

Son muchos los aspectos que podría destacar de este libro, pero he elegido este fragmento donde se habla de los criterios mínimos saludables durante el embarazo y el parto. Se trata de criterios cada vez más aceptados, pero todavía no reconocidos del todo por algunos estamentos médicos y algunas futuras mamás.

* Estar embarazada no es estar enferma ni ser tratada como tal.

* Estar embarazada es materializar el deseo, el proyecto y la energía de una nueva vida.

* Las embarazadas deben ser las protagonistas exclusivas del parto natural junto a su bebé, si se dan las condiciones de salud mínimas para ambos.

* Ningún profesional debería arrebatar la magia de dar vida a un nuevo ser. Su única e importante función es acompañar y ser testigo del asombroso acto de nacer, evitando cualquier interferencia.

* El bebé siente y como ser sensible debe ser respetado tanto en la vida intrauterina como desde el mismo momento del nacimiento. Durante el embarazo, la mujer lleva un proyecto de vida en su interior que necesita ser cuidado con adecuada nutrición, no sólo físicamente, sino también emocionalmente.

* En el nacimiento, ninguna práctica hospitalaria rutinaria justifica la separación madre-bebé. El pasaje del medio acuático (útero materno) a través del parto posibilita la vida área del bebé, pero no representa más que un tránsito necesario durante el desarrollo humano, y nunca una ruptura del continuum de relación iniciado en la vida intrauterina,

* Ese continuum se favorece a través del inicio inmediato de la lactancia, favorecida por el contenedor y reasegurador contacto de la boca del bebé con el pezón materno como hilo de conexión ininterrumpido entre el bebé intraútero y el extraútero y su madre, sin interrupción ni manipulaciones tras el nacimiento, siempre que la salud del bebé y la madre lo permitan.

* La lactancia materna inmediata y a demanda, siempre que sea una opción elegida por la madre, puede prevenir la depresión posparto. Cada mujer responde a una historia personal que condiciona su experiencia en el puerperio, pero el vacío posparto que produce la separación de la mamá y el bebé puede precipitar una depresión innecesaria y evitable en las mujeres sin historial clínico depresivo, si no hay ruptura de la interacción.

* El continuum de relación madre-bebé tras el nacimiento favorece el inicio del vínculo real madre-bebé, ya comenzado en la vida intrauterina de manera imaginaria y energética.

* La presencia del padre durante el nacimiento del bebé facilita la vinculación padre-hijo, favoreciendo la integración de la triada familiar.

Tres años

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Durante este mes de octubre, como todos los años no sé exactamente desde cuándo, se conmemora a los bebés que se fueron mucho antes que sus padres, ya sea durante el embarazo, durante el parto o unos días después de su nacimiento. El Día Mundial de la Concienciación de la Muerte Gestacional y Perinatal se celebra concretamente el 15 de octubre. Este año lo hemos vivido mucho más en la intimidad que los dos años anteriores en los que nos hemos involucrado incluso en la organización de diferentes eventos. No estuvimos, por ejemplo, en el acto organizado por la asociación Umamanita en Madrid. Me encontraba muy cansada este día, me eché una de las siestas más largas que recuerdo en mi vida y me desperté justo quince minutos antes de que empezara el acto. Para esta ocasión no han realizado la tradicional suelta de globos, sino que han plantado un arbolito, un roble rojo, por ser una actividad mucho más respetuosa con el medio ambiente. Lamentablemente ese árbol ha sufrido actos vandálicos y ya no se puede encontrar el parque. Me imagino el terrible disgusto de la madre que fue a visitarlo y se encontró con la sorpresa de que ya no estaba. La asociación está recaudando fondos para comprar un nuevo árbol mucho más grande que no sea tan fácilmente sustraído.

Además de la excusa de la siesta, con mi actual embarazo no me apetece exponerme demasiado y he preferido estar muy protegida en mi hogar, mi pequeño mundo. Aunque este día, el 15 de octubre, sí participamos en la Ola de Luz que se organiza cada año a nivel mundial. Esta iniciativa consiste en que familias de diferentes partes del mundo, a las siete de la tarde y durante al menos una hora, encienden una vela en memoria de estos bebés tan especiales. Se trata de iluminar la noche con nuestro profundo amor, con el propósito añadido de romper el silencio y el tabú sobre la muerte de los bebés. Aquí veis una foto de nuestra velita con nuestra preciosa lámpara de sal, unas mariposas de plástico y unas conchas y caracolas que recogimos de la playa.


Y hoy 25 de octubre hace tres años que mi primer hijo, mi bello Kai, abandonó mi cuerpo para siempre e inició su personal camino lejos de mis brazos. Me resulta doloroso que la gente piense que, como estoy de nuevo embarazada, ya debe estar todo olvidado, que el duelo ha finalizado y que debería estar dando saltos de alegría todo el día porque la vida nos ha dado una nueva oportunidad. Algunas personas se atreven a insinuar que no lo estoy haciendo bien, que debería centrarme en el hijo que estoy gestando en la actualidad y olvidarme de los que no nacieron con vida. Como si fuera algo tan sencillo de conseguir y nuestros hijos celestiales fueran menos hijos o ocuparan menos espacio en nuestros corazones. Enseñé una de las ecografías de Imanol y una persona muy cercana al papá nos dijo: "pues éste sí que tiene pinta de humano, se le ve muy formado". Creo que la gente no debe reflexionar antes de abrir la boca. ¿Cómo se atreven a decir algo tan hiriente? ¿Kai tenía forma de oveja o algo similar? ¿Ellos son acaso expertos ecografistas? Creo que esta clase de impertinencias no merece la pena ni contestarlas, con darme la vuelta e irme sin despedirme ya les debe de quedar claro que se han pasado. O tal vez piensen que nosotros somos los maleducados, a saber. Sencillamente son analfabetos emocionales y yo no tengo por qué hacer un trabajo de sensibilización con nadie y menos con personas tan brutas y sin capacidad de ponerse en el lugar del otro. Sólo de recordarlo me pongo de mal humor. Me dan ganas de conseguir una foto de este tipo de personas tan insensibles  y colocarla en una de las paredes de mi casa para utilizarla como diana y entretenerme tirando dardos.

Los "embarazos convencionales" son muchas veces estresantes en algunos momentos por muy deseados y buscados que sean: miedo al pensar en un futuro laboral más incierto que antes de convertirnos en madres; miedo por no ser capaces de cuidar a un bebé tan pequeño; miedo por no contar con el suficiente apoyo por parte del entorno; miedo a perder nuestra independencia; miedo a cómo afectará a nuestra relación de pareja tener un hijo... Miedo, mucho miedo, pero también una felicidad inmensa, por supuesto. Pues además de todo esto en los "embarazos arco iris"la nube negra de la muerte planea sobre nuestras cabezas en cada análisis o en cada ecografía. Somos mamás y papás que irremediablemente hemos perdido la inocencia. Yo siempre digo que sufro ataques de locura uterina y se pasa realmente mal, sobre todo por la incomprensión social con la que nos enfrentamos a diario. Ese nuevo bebé puede decidir irse con sus hermanos en cualquier momento sin que podamos hacer mucho para evitarlo. La vida no nos pertenece y la única condición para morirse es estar vivo previamente. Es así, no hay más, aunque no nos guste, aunque la muerte sea un tabú en esta sociedad y decidamos vivir dándole la espalda. Pero lo cierto es que nadie logra esquivar a la muerte.

Para seguir celebrando el paso de Kai por nuestras vidas hoy hemos comido de postre una deliciosa tarta selva negra. Hemos soplado su velita con un número tres de color amarillo fluorescente. Bromeando con el padre le decía que es una vela runner ideal para él. Imanol se ha puesto muy contento con esa gran dosis de azúcar y no paraba de bailar en mi útero. Calma mucho ser consciente de que se divierte y explora por ahí dentro, pero no es consuelo porque Kai no llegó a experimentar todo eso y duele, duele mucho. Pero quiero creer que Kai experimentó y sigue experimentado otras cosas también maravillosas. Ahí va la foto de nuestra tarta conmemorativa.


Por la noche, aún está prendida la velita, como cada 25 de octubre desde hace tres años, hago un pequeño montaje, una nueva ola de luz, con objetos que nos recuerden a nuestro pequeño o manualidades que he preparado especialmente para la ocasión. Siempre es algo diferente. Disfruto mucho de estos momentos de creatividad y me aportan mucha paz. El montaje de este año ha sido éste:


Y para que conozcáis los demás actos que se han realizado en Madrid y en otras regiones españolas durante este mes os dejo este enlace a un blog que he descubierto recientemente y me ha fascinado:


Su autora, la mamá de Olivia y Violeta, me ha dicho que sus últimas palabras en esta entrada se las he inspirado yo con mi personal teoría de que los bebés buscan a padres con más conciencia para no llegar a este mundo. Me he quedado alucinada porque ha escrito un texto precisísimo que supera con creces mis palabras. Os lo reproduzco aquí:

"Hay gente que cree que las almas, sabias y eternas, flotantes y etéreas, eligen una familia, una mamá para nacer y tomar forma humana y que dependiendo de cuál sea su destino en la tierra eligen una familia determinada. Hay quien dice que las almas conocedoras de que su vida en este planeta va a ser muy breve, escogen una familia especial, una mamá cuyo corazón y cuyas entrañas sólo alberguen amor puro; mamás entregadas, fuertes, aunque ellas aún no lo sepan, que puedan resistir la muerte de un hijo y volver a sonreír a la vida, que sepan transcender el dolor y convertirlo en un amor sublime que las acompañe toda la vida; mamás capaces de absorber toda la sabiduría que esas almas dejan en su interior tras su paso fugaz...

Quizá sólo sean leyendas, pero las mamás que yo he conocido, en persona y a través de este blog, tienen un halo distinto que hace creer que haya en esto algo de verdad. 
Gracias a todas, compañeras de viaje, hermanas de duelo. Que las luz de nuestras estrellas brille por siempre. Un abrazo algodonoso de nube".
ALICIA LOVING MAMI..

Planes para el nacimiento de Imanol

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Por fin saco tiempo para contaros por aquí en mi blog todo lo que tenemos previsto para el nacimiento de Imanol. Como sabéis los lectores habituales de este blog, se trata de nuestro bebé arco iris. Después de muchos miedos e incertidumbres, pruebas médicas y un trabajo intenso de investigación, hemos llegado ya a la semana 30 de embarazo. Parecía algo realmente inalcanzable cuando vimos asombrados el test positivo allá por el mes de abril. Estamos muy contentos. Nos quedan más o menos 10 semanas para ver la carita a nuestro querido hijo.

Tanto su padre, como yo, hemos asistido a las visitas guiadas de preparto de varios hospitales madrileños. El que más nos convenció fue el Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz. Os dejo en este enlace su programa de parto respetado por si no lo conocéis. Creo que es una buena opción para las que residís en Madrid o alrededores y buscáis un trato respetuoso y cercano. La posibilidad de parir en la bañera de partos sin epidural es lo que más acerca a lo que estamos buscando para ese gran día.

Paralelamente a todas estas visitas, también concertamos una cita con el fantástico equipo de Ancara Perinatal, especialistas en la asistencia en el parto en casa. Yo ya conocía a Anabel Carabantes, la matrona que fundó esta pequeña  y gran empresa a la vez, a través de mi formación de doula. Nos dio una estupenda sesión de cómo cuidar nuestro suelo pélvico. Pero la idea era que también el padre de Imanol tuviera la oportunidad de hablar con ella y explicarle sus deseos y expectativas para el nacimiento de nuestro hijo. En principio, sólo queríamos contratarla para que nos acompañara en la dilatación en casa y acudir al hospital de Torrejón exclusivamente para el momento del expulsivo. Pero ha ido avanzando el embarazo, hemos comprobado que todo marcha estupendamente tanto en las ecografías, como en los análisis, y hemos ganado mucha seguridad y confianza en nosotros mismos y en nuestro pequeño como para plantearnos muy en serio la opción de parir en casa. En los embarazos de bajo riesgo es tan seguro o más que parir en el hospital. Os dejo algunos artículos al respecto porque estoy encontrándome con muchas personas que no se lo acaban de creer y llegan a juzgarme y a creerse que se preocupan más por mi hijo que yo misma:

La seguridad del parto en casa: nuevo estudio canadiense.

Tu casa o el hospital, dos lugares seguros para el parto en España.

El parto en casa planificado.

Y para mí personalmente parir en tu propia casa supone muchas ventajas. La principal es que la misma matrona que me ha acompañado durante el embarazo, en la cual confío plenamente, también me va acompañar en el parto. En los hospitales nunca sabes con quién te vas a encontrar. Estoy cansada de escuchar a muchas mujeres decir lo típico de "en el hospital depende de la que te toque". Yo no quiero jugármela con el que probablemente será el nacimiento de mi único hijo. Para mí es muy importante conocer previamente a la persona que tocará y acogerá en sus manos a mi hijo por primera vez en su vida. Y, además, la opción del hospital siempre va a estar a ahí. Si el algún momento me supera la situación, dejo de sentirme confiada o lamentablemente algo no va como debiera, pues se organiza el traslado al hospital y ya está. Hay tiempo de sobra para el traslado. No olvidemos que en los hospitales pueden tardar hasta una hora o más en preparar un quirófano y las matronas de parto en casa te controlan con monitores portátiles y detectan cualquier complicación de forma casi inmediata, como pasaría en cualquier hospital. También llevan un maletín de salvamento pediátrico y, en el caso de que la placenta se quede retenida o haya una hemorragia materna, te inyectan oxitocina y te trasladan al hospital. Existe la absurda creencia de que no son personal sanitario capacitado y os aseguro que mi matrona tiene muchos años de experiencia tanto en la asistencia hospitalaria, como domiciliaria. Yo sólo me he propuesto fluir, no crearme expectativas demasiado altas y limitarme a vivir el momento. Soy totalmente consciente de que igual que los bebés nos eligen como padres, también eligen el momento más adecuado para nacer y la forma en cómo lo harán. Los partos se desencadenan cuando los bebés están preparados para ello ni más, ni menos.

Los que me seguís por Facebook seguro que ya sabéis que he organizado un sorteo para recaudar fondos para costearnos el parto en nuestro propio domicilio. Podéis encontrar el enlace para participar en la parte superior derecha de este blog. Realmente nuestra situación económica actual era lo que más nos frenaba para decantarnos definitivamente por esta opción, pero estamos vendiendo algunas cosas que ya no utilizamos por Internet, hemos renunciado a algunos caprichos como la comida a domicilio o las suscripciones a revistas y muchas personitas maravillosas nos están ayudando con el  tema del sorteo.

Aquí podéis ver la página que he abierto en Facebook para contaros las novedades de nuestro embarazo, nuestros planes para el parto y las bases para participar en el sorteo: Nacimiento de Imanol y parto de Sol. Es una página hecha con mucho amor, os lo aseguro. Y en este álbum también en Facebook podéis ver las fotos de los premios a los que optar. Todos los premios sin excepción me parecen una auténtica maravilla. Podéis encontrar libros sobre maternidad, cuentos infantiles, regalos para mamá, artículos para bebés, diferentes talleres sobre crianza respetuosa o de preparación al parto para los papás. etc. Son un total de 23 premios y puede que se sume alguno más antes de las Navidades, por lo que las opciones a que os toque algo si participáis son muy altas. Y con otros ganadores va a existir la posibilidad de intercambiar los premios si ambas partes están de acuerdo. Para poder participar en el sorteo es necesario hacer una transferencia a mi cuenta de 4 euros, en caso de querer sólo un número, o de 7 euros, en caso de querer dos. Y así sucesivamente. Tres números son 11 euros y cuatro números serían 14 euros. También se puede hacer el pago a través de PayPal. Os dejo los datos necesarios tanto para la transferencia a mi cuenta, como para el pago a través de PayPal:

OPEN BANK 0073 0100 55 0147387831 titular María Soledad Muñoz Piñonosa.

PayPal correo soledad_106@hotmail.com

Aunque unos días antes del sorteo publicaré el listado completo de todos los participantes con sus números para el sorteo correspondientes, si os voy a pedir que, una vez que esté hecho vuestro pago por la vía que sea, me enviáis un correo, bien por el Facebook o a mi dirección personal, que es solmunozdoula@gmail.com. Así vamos adelantando el trabajo y organizándonos mejor.

Hay personas que desean colaborar con nosotros, pero se encuentran fuera de España. Lamentablemente no me puedo comprometer a mandar ningún regalo fuera del territorio español, aunque los talleres son online y sólo se necesita una buena conexión a Internet para poder realizarlos cómodamente desde tu propia casa. Para estos casos, sólo se me ha ocurrido que se pueda hacer un donativo a través de PayPal si así lo desean, como ha hecho mi querida amiga Kiona desde California. Os dejo a continuación, al final de esta entrada, el enlace para poder hacerlo. También en la parte superior derecha de este blog, justo debajo del enlace del sorteo, podéis encontrar otro enlace fijo para los donativos. Si tenéis dudas o alguna pregunta, no dudéis en poneros en contacto conmigo.

¡MUCHAS GRACIAS! DAR Y RECIBIR ES LO MISMO.


Noche Buena y Luna Llena

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No soy católica, ni cristiana, ni tengo otras convicciones religiosas diferentes, aunque me bautizaron de bebé y también tomé la primera comunión con  la edad de ocho años. Actualmente me considero agnóstica, es decir, no tengo religión y ni afirmo, ni desmiento la existencia de un ser superior se llame como se llame. Simplemente es algo que no puedo saber, no tengo forma alguna de comprobar la existencia de Dios. No vivo ajena a este poderoso tema existencial. Me lo planteo muy a menudo y he leído bastante sobre la historia de las diferentes religiones. De todas extraigo importantes y valiosas lecciones de vida, pero también encuentro en todas aspectos muy negativos con los que no me identifico en absoluto. Creo que nunca llegaré a tener la seguridad de que Dios sea algo real. Pero en el hipotético caso de que exista, sí tengo claro que habita en el corazón de los niños y las niñas. El padre de Imanol sí afirma con rotundidad que es ateo convencido, sin ningún género de dudas. No cree para nada en Dios y las religiones le parecen el mejor invento para tener controlada a la población. Lo tiene mucho más claro que yo. Pero lo cierto es que ambos sí tenemos profundas convicciones éticas durante todo el año y no sólo en estas fechas especiales. Llegamos a la conclusión de que todos tenemos los mismos derechos y merecemos el mismo respeto porque todos sin excepción formamos parte de la humanidad, del Universo, no porque seamos hijos del mismo Dios. Si en algún momento a lo largo de nuestra vida hemos celebrado la Navidad ha sido por tradición familiar y social, por miedo al qué dirán o por no querer defraudar a las personas que nos rodean. Desde que vivimos juntos, hace unos cuatro años más o menos, nunca hemos decorado la casa con motivos navideños. Ni siquiera ponemos un pequeño y discreto árbol en alguna esquina de nuestro hogar. Y yo desde que estaba en el colegio y realizaba mis propias tarjetas de felicitación navideñas, tampoco las he vuelto a enviar ni a familiares, ni amigos. Seguro que tengo fama de antipática. A veces es complicado ir contracorriente, pero tratamos de mantenernos firmes en nuestra convicciones, que no son mejores, ni peores que las de cualquier otra persona, sólo son las nuestras. 

Aunque en algo sí que sigo la corriente. Reconozco que me encanta visitar las típicas exposiciones de belenes que se organizan en diferentes rincones de la ciudad, especialmente si son de otros países y culturas. Me enamoran principalmente los belenes africanos realizados con materiales muy simples y completamente distintos a los que estamos habituados a ver. Algún día también me haré con el belén de PlayMovil que me parece de lo más original y divertido, aunque el Niño Jesús esté en una cuna de paja y no en los brazos maternos como me gustaría. El belén de Willow Tree también me parece precioso y me he quedado con ganas de comprarlo este año aprovechando que está de oferta en Amazon. Me temo que todo esto es más por razones artísticas y antropológicas. Y con total seguridad también es por activismo. Como he comentado, me emociono cuando veo a la Virgen María en uno de estos belenes sosteniendo al Niño Jesús en sus brazos o, a veces, las menos, dándole el pecho. Estoy segura que nunca hubo una cuna improvisada en ese establo y que ese recién nacido no estuvo lejos del regazo de su madre ni un sólo segundo. Y es que no puedo olvidar que si en el día de Noche Buena se celebra algo, es un nacimiento respetado. Un parto sin intervenciones, sin que nadie se atribuya méritos ajenos. Un parto libre, autogestionado, con sus fluidos, su sangre, sus pelillos, sus gritos y todo lo que sus verdaderos protagonistas, la mamá y el bebé, quisieron. El Día de Noche Buena todos, católicos o no, cristianos o no, deberíamos recordar que todos los niños y niñas deberían ser recibidos en esta vida fuera del útero como auténticos dioses. Como lo que efectivamente son desde que deciden llegar y se acomodan en el útero de su madre, una nueva promesa para la humanidad.

Según cuenta la leyenda, María parió probablemente en cuclillas o en cualquier otra postura mucho más ergonómica y cómoda que tumbada sobre su espalda en un viejo, pero caliente y acogedor establo. Algunos antropólogos dicen que parió sin dolor. Un parto gozoso y placentero. Sólo estaba acompañada por José y la mirada atenta de un buey y una mula, su matrona y su doula particulares. Me la imagino llegando a ese lugar con el proceso de parto ya muy avanzado, abrazándose a los árboles o meciéndose en los brazos de su compañero en cada contracción. Alumbrada en todo momento por la luz de la luna y de las estrellas. Descalza y con el pelo suelto y despeinado. Mujer salvaje y poderosa. Me imagino también sus leves gemidos en algunos momentos. Y en otros instantes, verdaderos alaridos de loba emponderada. Y, sobre todo, si cierro los ojos hasta me llega ese intenso olor a vida tan característico de todos los partos que debió inundar todo el establo. A los habitantes de las cercanías también les avisó ese olor a vida, a sagrado, y acudieron lo antes posible para conocer al bebé, felicitar a la nueva familia y traer pequeños presentes.

Así se lo explicaré a Imanol cuando lleguen estas fechas tan significativas y comience a hacerme preguntas al respeto. Y espero también poder contarle que su nacimiento fue muy similar, un nacimiento libre de medicación, sin prisas, con la menor gente posible, absolutamente respetado en todo momento y repleto de amor en el mismo lugar donde fue concebido. Todas las mamás tenemos en casa a nuestro particular Dios y nos llama mamá. Es así, no podemos permitirnos olvidarlo. Para mí Imanol y sus hermanos son mis únicos dioses. La única diferencia es que con sus hermanos no tuve la posibilidad de ejercer. Para Imanol estaré en cuerpo y alma a disposición de sus necesudad. Seré de por vida su guardiana y protectora hasta que él me diga basta.

Yo no me imagino para mí misma un parto sin dolor como el de la Virgen María, ni sueño con ello siquiera. Este tipo de partos orgásmicos o sin dolor creo que están reservados para unas pocas privilegiadas, mujeres que se han preparado mucho a nivel psicológico y físico. Me inclino más a eso de "no hay parto sin dolor, ni hortera sin transistor". Creo que en esos momentos intensos de contracciones te debes sentir morir. Muriendo para volver a nacer, ahora junto a nuestros hijos. Me imagino pidiendo a mi matrona y a mi pareja que, por favor, me rematen, deseando con todas mis fuerzas que nazca ya mi hijo y que termine ese condenado dolor. Pero creo que, después, una vez que tienes a tu bebé en brazos, todo se ve de otra manera muy diferente. La oxitocina lo invade todo y no creo que haya una droga más dura y más poderosa. Ese momento mágico de la primera mirada compensa todo el sufrimiento pasado. Los partos son experiencias que se analizan durante mucho tiempo después de vivirlos. A veces se ordenan y se estructuran en nuestra cabecita durante toda nuestra vida. Y es en esos momentos de reflexión y de visualizar una y otra vez nuestro parto cuando lo valoramos como una experiencia positiva o negativa. Siempre habrá algo mejorable o que podíamos haber hecho de otra manera. El sentimiento de culpa en todas las madres es tan intenso que no resulta nada sencillo salir airosa de un momento tan crucial en nuestras vidas como es nuestro parto, nuestro culmen en nuestra vida sexual y reproductiva. Pocas veces he oído a una madre decir que su parto superó todas sus expectativas y que fue mucho mejor de lo que había imaginado. Y también creo que el olor a nuestro bebé tiene como un poder amnésico y embriagador que nos hace olvidarnos un poco de lo malo y centrarnos más en lo positivo.

Falta muy poco para este momento, para que tengamos a Imanol en piel y en huesos en nuestro propio hogar. Ya hemos llegado a la semana 37 y se considera un embarazo a término, pero con todo lo que tengo pendiente por hacer, creo que no va a nacer antes de la semana 40. Además, parece estar muy a gusto dentro mío y a mi útero todavía le queda un poco por crecer. 

Hoy en el Día de Noche Buena y una preciosa luna llena luce en el cielo, la podemos ver desde la terraza de nuestra casa. Hace 38 años, justo en el año 1977, el año en el que nací, que no se daba este maravilloso fenómeno astronómico. No se volverá a repetir hasta el año 2034, cuando Imanol alcance su mayoría de edad. Y no puedo evitar emocionarme al pensar que mi pequeño también nacerá en un año de Luna Llena en Noche Buena o ya quizás el año que viene, nunca se sabe. ¿Casualidad? No lo sé, pero quiero pensar que es una hermosa señal de que nuestros destinos estaban unidos desde hace mucho, desde tiempos inmemorables.

Como probablemente ya sabéis, continuamos recaudando fondos para costearnos el parto en casa, el nacimiento respetado de Imanol. El sorteo se celebrará el próximo 8 de febrero, cuando Imanol ya esté en mis brazos y en los de su padre. Me hace mucha ilusión acudir a Correos para enviaros vuestros regalitos con Imanol metidito en el fular. En la entrada anterior a ésta tenéis toda la información sobre el sorteo y si tenéis alguna duda, no dudéis en preguntarme, por favor. Os agradecería también que le deis un último empujón y lo compartáis a través de las redes sociales, en vuestros blogs o donde consideréis oportuno. Por si acaso, aquí os dejo el enlace con toda la información:

http://naceunadoula.blogspot.com.es/2015/11/planes-para-el-nacimiento-de-imanol.html

Y esta es la página que he habilitado en Facebook con todo lo que estoy haciendo para recibir a Imanol de la mejor manera posible:

https://www.facebook.com/Nacimiento-de-Imanol-y-parto-de-Sol-1671254883108552/?ref=hl

Y el evento con el sorteo en Facebook en:

https://www.facebook.com/events/1655694638005187/

La auténtica verdad no es la verdad, sino el error trascendido.
Y la verdadera realidad no es la realidad, sino la ilusión despejada.
Y la auténtica pureza no es la pureza primigenia, sino la impureza depurada.
Y lo verdaderamente bueno no es el bien original, sino el mal superado.
Esto vale para todo el Universo, aún para los Dioses. Pues en el camino de la transformación del mal puede generarse algo nuevo
que originalmente no se hallaba en el bien.
Habiéndose creado Dios los adversarios,
Él se ha obligado a Sí mismo a revelar Su más profunda esencia.
Friedrich Benesch


¡FELIZ NAVIDAD!

Queridos hijos

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Tantas cosas que escribiros, que deciros ante lo que se aproxima en breve y las manos tan agarrotadas y entumecidas por los nervios que no sé si seré capaz de hacerlo. Altair, pronto será tu aniversario, tres años ya desde tu dolorosa despedida física. Sin duda una de las peores experiencias de mi vida y un día que me gustaría tanto olvidar, pero que, sin embargo, se marcó a fuego en la memoria de nuestra familia. Un viaje inmensamente triste de nuestra separación física, de dejar compartir el mismo cuerpo para siempre. Un parto, un nacimiento siempre deberían ser un canto a la vida y no lo que desgraciadamente nos tocó vivir a ti y a mí.

Dar oscuridad, en lugar de dar luz. Crear muerte, en lugar de crear vida. Pasar en cuestión de segundos de sentirse una bendición con patas a algo así como un despojo humano. Y hacerlo en un ambiente frío y hostil a más no poder, repleto de personas que nunca has visto, que no conoces y que ni se molestaron en presentarse. Luchando con las pocas fuerzas que me quedaban para lograr un pequeño espacio digno para la despedida que te merecías, que cualquier bebé, aunque sea de poquitas semanas, y cualquier madre se merecen. Sentir que como si ya no tuviera suficiente dolor con verte morir, la vida me castigaba todavía más aguantando estúpidos protocolos médicos totalmente ajenos a mi dolor y que lo único que consiguieron fue incrementar mi malestar y mi desesperación más aún si cabe.

Pero, a pesar de todo, te quiero mucho más de lo que dueles. Fíjate si te quiero. Llegó un día que me dije a mí misma que no iba a permitir que nadie, ni mi entorno con su incompresión o los médicos con sus protocolos absurdos, hicieran de ti un recuerdo negativo. Porque eres un bebé eterno, sagrado y una de las mejores cosas que me han pasado en mi vida, aunque nuestra despedida física no estuviera a la altura de nuestra historia.

Y aquí estamos, tres años después, llorando todavía por tu ausencia física casi como el primer día. Y, sin embargo, aunque nos pareciera increíble de conseguir, volviendo a sonreír después de tu muerte y felices por ese hermanito tuyo que viene de camino. Esa personita que ha vuelto a llenar mi útero de vida cuando antes sólo sentía que había vacío, frío y muerte. Aunque realmente mi pequeño útero nunca dejó de estar repleto de vida y de pasión, exactamente igual que lo están todos los úteros de todas las mujeres del mundo, sean madres o no. Y a punto de cumplir ya 39 semanas desde el comienzo de este intenso "Viaje a Ítaca", como lo llamamos desde el día que se marcaron dos rayitas rojas en ese test casero que guardamos con tanto cariño como si fuera el mayor de nuestro tesoros. Hoy vuelvo a ti para celebrarte, para recordarte, para reivindicar tu espacio en nuestra familia, que aunque pequeño, como eras cuando te fuiste, será tuyo para siempre.

Si hay algo que quiero pedirte a ti y a tu hermano Kai en estos momentos de espera a que vuestro hermano se decida por fin a llegar a nuestros brazos es que me dierais fuerzas para poder disfrutar, para poder recibir como se merece a vuestro hermano, para desbloquear mi cuerpo, para sentir y vivir sin tapujos todo lo que está por venir. Sé que no necesito pediros permiso. Intuyo que desde donde quieras que esteis, asentís conformes a todos mis ruegos y peticiones.

Querido Kai, querido Altair, queridos hijos, quisiera pediros un favor muy grande, un favor enorme. Quizás el último favor que os pida en esta vida extraña, pero, al fin y al cabo, la única que tenemos. Por favor, quedaros cerca nuestro durante el parto, sobre todo al lado de vuestro hermano Imanol. Y de vuestro padre si es que él también os necesita en algún momento. Sé que de alguna manera u otra encontrarais la forma de hacerlo adecuadamente. Me gustaría que acompañarais a vuestro hermano en este viaje iniciático hacia la vida, que le cogieras de la mano y le guiarais amorosamente hacia su nueva condición. Una condición mucho menos plena que la vuestra donde deberá aprender mucho, donde algunas personas le defraudarán y deberá sortear muchos obstáculos para conseguir lo que se proponga, pero que es la vida que él necesita en estos momentos. Pediros que le dierais fuerzas y seguridad para afrontar todo lo que tenga que vivir. Que le dijerais dulcemente que todo irá muy bien, que no tenga miedo de iniciar este viaje, el más importante y el más intenso de su vida. Que no decida abandonar el barco en el último momento cuando esté a punto de llegar a buen puerto. Que lo que vivió en mi útero fue alucinante. Nunca sintió frío, ni calor. Ni tampoco pasó hambre o sed. Y sólo conoció el amor más profundo y verdadero de una madre. Nada podrá igualar a estos nueve meses compartiendo cuerpo conmigo. Pero afuera le esperan las mismas personas imperfectas que le acogieron desde el primer día. Personas imperfectas sí, pero que siempre le amarán y le apoyarán en todas sus decisiones, sean las que sean. Sois hermanos y ese es uno de los vínculos que se dicen más duraderos y largos de todos los que tenemos las personas a lo largo de nuestra vida.

Mis queridos niños deciros que me gustaría tanto sentiros de nuevo dentro de mí y alumbraros calientes, húmedos y escurridizos como me imagino que será vuestro hermano Imanol. Pero sé muy bien que eso no es posible. Tuvisteis vuestro momento en este mundo y desgraciadamente ya no regresará nunca más. Me tendré que conformar con el parto de vuestro hermano pequeño y con darle a él los besos, los abrazos y las caricias que no os pude daros en ningún momento a vosotros.

Queridos hijos. Os espero. Os amo. Vuestra incondicional madre.

ITACA
Cuando emprendas tu viaje a Itaca 
pide que el camino sea largo, 
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al colérico Poseidón, 
seres tales jamás hallarás en tu camino, 
si tu pensar es elevado, si selecta 
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. 
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al salvaje Poseidón encontrarás, 
si no los llevas dentro de tu alma, 
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo. 
Que muchas sean las mañanas de verano 
en que llegues -¡con qué placer y alegría!- 
a puertos nunca vistos antes. 
Detente en los emporios de Fenicia 
y hazte con hermosas mercancías, 
nácar y coral, ámbar y ébano 
y toda suerte de perfumes sensuales, 
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. 
Ve a muchas ciudades egipcias 
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente. 
Llegar allí es tu destino. 
Mas no apresures nunca el viaje. 
Mejor que dure muchos años 
y atracar, viejo ya, en la isla, 
enriquecido de cuanto ganaste en el camino 
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje. 
Sin ella no habrías emprendido el camino. 
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. 
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, 
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis. Antología poética. 
Alianza Editorial, Madrid 1999.
Edición y traducción, Pedro Bádenas de la Peña

Nacimiento de Imanol, nuestro bebé arco iris

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Hace dos semanas que naciste, mi amor. Todo marcha bien, mejor que bien. Te has prendido perfectamente a mi pecho, estás aumentando de peso, tus matronas y tu doula ya no ven necesario continuar con el seguimiento domiciliario y hemos abierto oficialmente el régimen de visitas para familiares y amigos. Ha llegado también el momento de sentarse delante del ordenador para escribir el relato de tu nacimiento y de mi parto, dos cosas diferentes que no entiendo por qué la gente confunde muy a menudo. Lo he escrito entre continuas interrupciones. O, más bien, debería decir estallidos de amor y placer. Me demandas tetita y yo comienzo a empapar la camiseta en el acto, me quedo embobada mirando tu respiración abdominal, te acaricio las manitas y los píes... Creo que hasta observo como te crecen las uñas y las pestañas. Escribo también mientras tu padre te sostiene en sus brazos y tú ronroneas, como llamamos a ese ruidito que emites cuando te sientes muy a gusto. Escribo con nocturnidad y alevosía mientras duermes al lado de tu padre y adoptas su misma postura. También vuestras respiraciones se sincronizan y yo me derrito literalmente de amor. Un sueño hecho realidad. Ni te imaginas la de veces que soñé con presenciar una escena así.

Durante el mes antes de que nacieras, mis horarios fueron totalmente anárquicos. Comía cuando tenía hambre y dormía cuando tenía sueño. Algunas personas, las más sabias, me decían que eso me ayudaría a conectarme después con tus necesidades. Así lo sentía yo también, así que decidí escucharme y abandonarme al desorden y al caos en mis rutinas. Dos días antes de tu nacimiento, el viernes 8 de enero, me desperté muy tarde. Dormimos los dos hasta la una del medio día. Tus gatos, Cósimo y Viola, nos estaban haciendo compañía en la cama, velando por nuestros sueños, como empezaron a hacer desde que decidiste ocupar mi útero. Pero había algo muy diferente. Viola no estaba colocada a los píes de la cama. Ni mucho menos desapareció en cuanto abrí los ojos y comencé a desperezarme. Ese día se colocó entre mis piernas y no quería moverse de allí. Parecía como si la acabara de parir. ¿Sería una señal? Seguro que no. No había tenido ni una mísera contracción de braxton hicks durante todo el embarazo. O yo no las había notado, no lo sé. Tampoco había expulsado el famoso tapón mucoso. Estaba casi convencida de que te ibas a hacer de rogar, que nacerías pasada la semana cuarenta de embarazo. Recuerdo que nuestra matrona Anabel nos dijo en una consulta durante el embarazo que yo iba a parir el día de su cumpleaños, el día 24 de enero. Esa fecha ya me pareció muy tarde y te pedí que no te retrasaras tanto para no preocuparnos y para que la espera no se nos hiciera eterna.

Al día siguiente, a las siete de la mañana, ya tenía los ojos abiertos como platos mientras tu padre dormía profundamente a mi lado. Qué diferencia con el día anterior. ¿Qué iba a hacer un sábado, un día libre, despierta desde tan temprano? Pues parir. ¿Puede haber un plan mejor? Pero lo cierto es que sí tenía cosas pendientes que hacer ese día. No tenía claro si iba a asistir o no a una reunión de socias madrileñas del Parto es Nuestro. Dependía de las energías y la disposición con la que me levantara esa mañana. Pero casi había decidido la noche anterior que mejor no iría. Creo recordar que hasta mandé un mensaje a la lista de socias para decirles que no me apetecía ir en transporte público, ya que el tren me dejaba muy alejada del lugar del encuentro y me sentía ya muy pesada contigo en mi interior como para caminar durante mucho rato. También quería ir a la peluquería para cortarme y teñirme el pelo. En el último mes del embarazo barajé la posibilidad de teñirme el pelo de azul. Quería que las fotos del parto fueran realmente llamativas y a través del Facebook vi una secuencia de imágenes de un nacimiento en casa realmente bello. La madre lucía una melena azul espectacular. Le pedí al Universo que tu nacimiento fuera similar a ese. Y, qué pereza, también tenía que depilarme las piernas. Para variar, tu padre estaba más depilado que yo. Ya te darás cuenta, mi pequeño, de que tu padre y yo formamos una pareja atípica y que no está muy claro quién de los dos es la parte masculina y quién la parte femenina.

Algo, no sé exactamente qué, me dijo que tendría que suspender todos mis planes para ese día. Tuve una intuición en el momento más inoportuno. Sentada en la taza del water, sin que pueda explicarme aún ni cómo ni por qué, supe que tu nacimiento estaba muy próximo. Mi cuerpo no me había dado aún ninguna señal, pero fue un presentimiento tan fuerte que no lo dudé ni por un instante. Me quité el reloj y lo dejé en el lavabo. A partir de ese momento me entregaría a nuestro viaje y daba igual el tiempo que nos costara llegar. Ni podía sospechar en ese momento tan escatológico que iba a ser un viaje realmente largo y lleno de subidas y bajadas. Un viaje intenso y necesario para conocernos y para conocerme mejor a mí misma. 

Me aseguré de que a tus gatos no les faltaba nada. Les rellené el bol del pienso, les puse la lata de comida húmeda, les cambié el agua y regresé a acurrucarme en la cama junto a tu padre. Te di la gracias por decidir nacer durante el fin de semana y permitir que tu padre nos acompañara en todo momento. Me acurruqué aún más a su lado y me quedé dormida. 

Me desperté con la primera contracción. No me había equivocado. Me miré la tripa asombrada. Como durante la mayor parte del embarazo, estabas colocado a la derecha. Ahora toda tu silueta se podía notar al tacto perfectamente. De un codazo desperté a tu padre. Le puse la mano sobre mi tripa y le dije: "¿Lo notas? Se me ha puesto la tripa muy dura, Imanol va a nacer hoy". Tuve varias contracciones más en la cama, pero tu padre no se lo acababa de creer. Era todo tan relajado, durmiéndome entre contracción y contracción, que hasta a mí me costaba creérmelo.

Tu padre se levantó a desayunar al cabo de unas dos horas y nos quedamos un tiempo solos tú y yo en la cama. Me imaginé una vez más, como había hecho tantas veces durante el embarazo, cómo serías. Ya nos habían dicho que eras un espagueti, muy larguito y delgado. Yo, además, deseaba que tuvieras hoyuelo en la barbilla como tu padre y unos ojos grandes y brillantes como los míos, pero eso sí, sin miopía. Tardaría aún un día entero en descubrir que había acertado de lleno.

Me levanté cuando tu padre ya había acabado de desayunar y estaba leyendo la prensa a través de Internet. Lo primero que hice fue bajar todas las persianas de la casa y pedirle que encendiera la calefacción. Tu padre seguía sin creérselo. Me dijo: "Hace un día muy soleado, si tenemos las persianas subidas entra el sol y no hace ninguna falta encender la calefacción". Le contesté que, por favor, hiciera lo que le estaba pidiendo, que necesitaba oscuridad e intimidad, encerrarme en mi cueva. De la cama, pasé al sofá. Continuaba durmiéndome entre contracción y contracción. Todo tan dulce, tan placentero... tan tú. Le pedí también a tu padre que controlase cuánto tiempo transcurría entre contracción y contracción. Más o menos eran cada viente minutos. Escribí un whatsapp a Anabel para decirle que creía que tenía contracciones, pero que no eran muy dolorosas y que lo estaba llevando muy bien, que la mantendría informada. 

No me sentía con mucho apetito. Sólo quise comer un tazón de muesli con trocitos de chocolate y leche de soja. Me sentía con el estómago muy revuelto y lo fui comiendo muy despacio, cucharadita a cucharadita, como si me costara mucho tragar. También bebí bastante agua y bebida isotónica con pajita. Qué poco me gusta beber con pajita. Me recuerda a cuando me operaron de las muelas del juicio, así que la mordisqueo siempre con rabia. Vomité dos veces, pero ya no logro recordar en qué momento fue. Y fui al baño otras tantas veces. Menuda limpieza estaba haciendo para recibirte.

Decidí darme una ducha muy larga mientras tu padre ordenaba y limpiaba un poco la casa. Debajo del agua sí que empecé a notar contracciones más fuertes. Paraba de enjabonarme, me agarraba a las paredes y sólo podía gemir mientras el agua más caliente de lo habitual para mí caía sobre mis riñones. Mi parto estaba progresando, cada vez estábamos más cerca de abrazarnos y me sentía muy feliz. No sé cuánto tiempo permanecí allí, pero debió ser bastante porque cuando salí el espejo estaba muy empañado, todo cubierto de vaho. Escribí tu nombre con el dedo. Que bonito se veía allí escrito, Imanol. Tu alma venía desde muy lejos para al fin conocernos. Nos habías elegido como padres y yo no quería fallarte. Lo íbamos a hacer muy bien, formábamos un gran equipo. Me puse ropa cómoda: un viejo pantalón de chándal de tu padre, el sujetador deportivo que había comprado días antes expresamente para el parto y una camiseta roja. Desde hace muchos años siempre que tengo un acontecimiento especial o necesito sentirme con fuerza para afrontar el día me visto de rojo. Ese día tenía la cita más importante de mi vida.

Cuando salí del baño le pedí a tu padre que me pusiera música. Estuve escuchando a Joan Manuel Serrat y a Rosa Zaragoza mientras caminaba arriba y abajo por el pasillo. ¿Recuerdas si canté o bailé? Yo ya ni lo recuerdo, pero soy incapaz de escuchar una canción que me hace vibrar sin entonarla, aunque sea muy bajito. Y los píes siempre se me van también. Creo que las canciones de Serrat las debí cantar, mientras que las de Rosa Zaragoza las bailé. Sí, ya lo sé, desafino mucho y es mejor que nadie me escuche cantar. Cósimo, el gato más fiel que puede existir, caminaba a mi lado y daba media vuelta cada vez que yo la daba. De vez en cuando maullaba como para darme ánimos. Estuve a punto de pisarle en un par de ocasiones, pero él no se apartaba de mi lado. La pelota de pilates no llegué a utilizarla. Ni me acordé de ella. Habíamos tenido que comprar dos durante el embarazo porque Cósimo pinchó la primera con sus uñas tan afiladas a los pocos días de que llegara a casa. Se empeñó en que tenía que sacar el tapón y la dejó totalmente inservible, así que fuimos a por otra exactamente igual en cuanto sacamos un hueco libre. Ahora mismo la utiliza más tu padre que yo para reposar las piernas mientras ve la televisión. ¿Por qué tendría la idea de que era un objeto imprescindible para poder parir? Cósimo es un gato muy listo, sabía que no nos sería de utilidad en el parto, así que se deshizo de la primera pelota que llegó a casa, pero con la segunda, se dio por rendido.

Recuerdo que en algún momento tu padre se sentó a comer humus y guacamole. A mí el guacamole me encanta, pero ese día su olor me desagradó tanto que le rogué que se preparara otra cosa. Me contestó que era muy tarde ya y que no le daba tiempo a cocinar nada, así que decidí alejarme del comedor. Me fui a la habitación yo sola. Me senté en la cama, pero me dio una contracción tan fuerte que acabé a cuatro patas y arrastrándome por el suelo. Me dieron ganas de nuevo de vomitar y esta vez no me dio tiempo a llegar al baño. Vomité en el pasillo mientras me tapaba la boca con la mano. Me dio mucho asco tener toda la mano pringada de vómito, me sentía un despojo humano. Y en ese momento supe que no podía más, que necesitaba a Anabel, a Sara y a Paca en casa. Le dije a tu padre que las llamara. Y él, que seguía sin tomarme muy en serio, me contestó: "Casi mejor las mando un whatsaap". Ahí ya me enfadé y le dije que no, que, por favor, las llamara, que era urgente, que ya no me encontraba nada bien. Él siguió sin hacerme caso y les mandó un whatsaap desde mi móvil. Ni siquiera había grabado aún sus números en su móvil. No me podía creer que no le estuviera dando importancia a todo lo que nos estaba sucediendo. Más tarde me enteré que, en un principio, les pensaba decir que estuvieran por la zona, pero que no hacía falta que vinieran aún a casa porque él me veía bien, pero al verme tan alterada finalmente les dijo que no tardaran mucho. Lo cierto es que durante el embarazo fantasee muchas veces con la idea de que a las matronas no les daba tiempo a llegar a tu nacimiento, que yo no era consciente de que estaba tan avanzada y que ni si quiera las llamaba. Un día incluso soñé que me ponía de parto mientras tu padre dormía y paría en el baño sin ayuda de nadie. Te llevaba en mis brazos, aún unidos por el cordón umbilical, a la cama para que te conociera tu padre.

Esperé a Anabel sentada en la taza del water, ya sólo me sentía cómoda allí. Descubrí que había manchado un poco las bragas, pero nada alarmante. Anabel no tardó en llegar y me oyó gritar como un animal salvaje según atravesó la puerta principal. Está muy familiarizada con ese tipo de aullidos. Entró en el baño y me tomó la mano, la que me había vomitado encima y aún no me había lavado. Nuestro baño es estrecho y tuvo que meterse dentro de la ducha para poder hacerme un tacto. No lo olvidaré nunca, sus palabras exactas fueron: "le estoy tocando la cabeza a Imanol". Qué felicidad y qué incredulidad sentí. Lo habíamos conseguido solos tú y yo. Habíamos llegado a la meta y ya no había marcha atrás. Yo no quería parir allí, en la taza nueva que cambiamos durante el embarazo porque se rompió con mi nuevo peso. Tu padre me ayudó a levantarme, mientras Anabel llamaba a Sara y a Paca. Le oí que les decía: "Veniros ya, que Sol está en completa". Yo continuaba sin poder creérmelo y tu padre se debió hasta sentir un poco culpable porque no me había prestado demasiada atención durante todo el día, aunque durante el expulsivo no se apartó de mí ni un solo segundo. Luego Anabel llamó a Gabriel, nuestro fotógrafo. Ibas a nacer ya Imanol sin piscina de partos, sin velas, sin incienso... sin nada de lo que habíamos preparado con tanto mimo y amor para ti, sólo con la fuerza y la confianza de tu madre. ¿Para qué necesitábamos más?

Anabel colocó empapadores en el sofá, yo me coloqué de rodillas, me agarré al respaldo y comencé a pujar. Lo hacía con una fuerza descomunal. Una fuerza que desconocía totalmente en mi misma. Tenemos un radiador detrás del sofá y por momentos pensaba que lo iba a arrancar de la pared. Sentía las contracciones atrás. Parecía que te confundías de camino, que no querías nacer por la vagina. Esa sensación no me gustaba nada y me costó dejarla atrás, nunca mejor dicho. Sara y Paca llegaron y me agarraron de los tobillos para que pudiera pujar con más fuerza. Oía sus: "ufffs, casi, en la próxima seguro que nace". Anabel decía que la iba a poner perdida de líquido amniótico y que no era la primera vez que le pasaba. Después llegó Gabriel y cuando oí el timbre, en plena contracción, se me paró totalmente. Me enfadé. Recuerdo que pregunté cuánta gente faltaba por llegar aún. Seguía pujando y pujando y tú sólo asomabas un poquito y volvías a esconderte. Me decían que me tocara, que la bolsa estaba ahí. Así lo hice y me emocioné mucho pensando que nacerías con la bolsa íntegra. No sé cuánto tiempo estuve pujando, pero debió ser bastante porque me recomendaron que cambiara de postura. Me tumbé en el sofá y en ese momento la bolsa se rompió. Paca me dijo que no me preocupara, que eran aguas muy claras. Ahora me arrepiento de no haber olido el líquido amniótico. No se me ocurrió en ese momento. Tu padre me dijo posteriormente que olía muy raro. Yo siempre he escuchado que huele a semen, pero no lo pude comprobar.

Comenzó a dolerme mucho la cadera izquierda. Curioso, durante todo el embarazo el nervio ciático me había molestado bastante, pero en la pierna derecha, no en la izquierda. Me tenían que sujetar la pierna en cada contracción porque no podía resistir el dolor de la cadera. Tenía la sensación que en la próxima contracción se me iba a desprender la pierna. Creo que ese dolor influyó mucho para que cada vez las contracciones fueran menos intensas y se distanciaran. No me lo podía creer, con lo bien que parecía ir todo. ¿Cómo se podía parar un parto en pleno expulsivo? No sabía que eso podía suceder. No conocía ningún caso. Sentí miedo. Me abracé a tu padre en el sofá y no me quería mover de su lado. Mientras yo escuchaba el latido de tu padre, Sara y Anabel escuchaban tus latidos y me decían que estabas muy bien. Me sorprendía que pusieran el monitor casi en mi vulva. Estabas ya tan abajito, mi cielo. Pensé que tu cordón umbilical era muy cortito o que, quizás, lo tuvieras enrollado alrededor del cuello y no diera más de si. Pensé en la desproporción pelvicocefálica. Pensé que yo tenía algún tipo de bloqueo, que, en el fondo, no quería que nacieras. Pensé tanta tontería. Quizás, en esos momentos, ya me había empezado a subir la fiebre por el esfuerzo y era incapaz de pensar con claridad.

Paca me recordó que les había dicho que quería parir en el agua, así que bajó al coche a por la piscina de partos. Antes había bajado a por la silla de partos, pero no la quise utilizar. La vi tan baja y tan pequeña que pensé que no me podría levantar de allí una vez que me sentara. O que, incluso, la iba a hacer añicos con mi peso actual. Mientras llenaban la piscina, tu padre y yo estuvimos solos en el baño. Me recomendaron que hiciera pis antes de meterme al agua. No recuerdo lo que hablé con él en esos momentos, ya me sentía tan cansada, tan ajena a mi propio cuerpo.

La piscina de partos no me ayudó. De verdad, mi parto parecía salirse de toda norma en cuanto a partos fisiológicos se refiere. Dicen que cuando la bolsa se rompe, ya sea de manera natural o artificial, la cosa se acelera, pero en mi caso no fue así, todo lo contrario, cada vez las contracciones eran más distanciadas y más ineficaces. También dicen que la piscina es una gran ayuda. Yo creo que sólo me sirvió para venirme aún más abajo, para relajarme tanto que me olvidara de mi propio parto. Las contracciones, como ya he comentado, seguían sin ser efectivas. Y yo cada vez estaba más alejada del universo parto, pero me resultaba tan placentero que me echaran agua en los riñones y colocada de rodillas allí dentro no notaba el dolor de la cadera izquierda. También me ayudó mucho oler la esencia de menta cada cierto tiempo. Me renovaba las energías y me daba fuerzas. Bebí también a sorbitos bebida isotónica y sólo comí un yogur, creo que de fresa, en todo ese tiempo. Sara me lo dio a cucharadas. Me sentí como una niña pequeña.

Comencé a estar muy pendiente de todos los movimientos de la casa. Oía el clic de la cámara de Gabriel. Les oía también preparándose café en la cocina. En algún momento los gatos salieron de su escondite para comer y Cósimo se quedó subido en la estantería donde él podía vernos, pero nosotros a él no. Comencé a hablar bastante. Les preguntaba a todos cómo estaban. Les conté cómo conocí a tu padre. Parecía mi abuelo la noche que mi abuela falleció y estuvimos velando su cuerpo mientras él no paraba de contar anécdotas sobre su vida juntos. Notaba que Anabel comenzaba a impacientarse. Me decía que me tenía que mover para que las contracciones regresaran, pero yo me sentía como la protagonista de Kill Bill cuando despierta del coma y no es capaz ni de mover los dedos de los píes. También me recomendó que me estimulara los pezones. Paca sabía cómo hacerlo, pero tu padre no. Qué maravillosa sensación cuando vi que comenzaba a brotar de mis pechos tu calostro. Tenía mucho y me volví a sentir una  mujer poderosa por unos momentos.

El parto no progresaba y ya no sabíamos nadie qué hacer. O, por lo menos, yo no lo sabía. Me parecía que no era real lo que me estaba pasando, que en cualquier momento despertaría de la pesadilla. Se les ocurrió dejarnos solos a tu padre y a mí a ver si la cosa avanzaba, pero yo pedí que Paca se quedara con nosotros. Su dulce voz me hacía sentir tan segura. No recuerdo cuántas contracciones tuve cuando se salieron al portal por unos minutos. Tampoco funcionó. Cuando regresó Anabel intentó dirigirme los pujos. Me metió un dedo en la vagina para comprobar si descendías. Tampoco funcionó. Lo habíamos intentado todo y la única posibilidad era ya el traslado al hospital. No teníamos ni una bolsa preparada con nuestra ropa y los útiles del baño. Si incluso nos faltaron pequeños detalles para el parto en casa. Me vistieron como pudieron. Creo que yo tampoco ofrecía mucha resistencia, estaba agotada.

Vivimos en un cuarto sin ascensor y en cada planta tuve una contracción mientras bajábamos. Bajaba las escaleras peldaño a peldaño, muy despacito. Me sentía enferma, desvalida, como un perrito abandonado en la calle pasando frío. Ya no era ni muchísimo menos la mujer fuerte que había hecho toda la dilatación sola en casa. Bueno, sí lo era, pero no era capaz de verme así en esos momentos. Hubo también su espacio para la risa. En mi portal hay un sensor que te detecta y se enciende o se apaga la luz. En alguna ocasión tuve una contracción a medio camino, entre una planta y otra, y el sensor no nos detectaba. Nos quedamos a oscuras en mitad de una contracción y yo, con un calor horrible, me iba quitando ropa. Nos cruzamos también con una vecina que iría a trabajar. Llevaba el cigarro encendido en la mano. No tuve fuerzas para decirle que apagara eso, que estaba totalmente prohibido fumar en el portal y que estaba harta de encontrarme colillas en el suelo. La muy estúpida me preguntó qué me pasaba. La contesté que estaba de parto. ¿Es que no era evidente? Me deseó una horita corta. Me dieron ganas de escupirla.

En la calle, justo antes de entrar en el coche, tuve otra contracción. No había manera, fue suave y creo que hasta la dejé pasar, ni si quiera empujé. Ya estaba claro, ibas a nacer en un paritorio. La llegada al hospital pareció una película de Almodobar. Todo el mundo corriendo. Me llevaban como unos verdaderos locos en la silla de ruedas. Me daba la impresión de que iba a salir despedida en cualquier momento. Más que un bebé parecía que llevaba una bomba dentro que iba a estallar de un momento a otro. Me decían que no era la primera que paría en la entrada del hospital o en los pasillos. Yo me pregunté qué problema habría en parir allí. Tuve un momento de verdadero nerviosismo porque me acordé de tu hermano Altair. Me recordó tanto ese largo pasillo de hospital y las silla de ruedas a lo que viví con él casi tres años atrás. Nuevamente la sensación de que me llevaban a sacrificarme cuando atravesaba esos pasillos interminables. Sara me pidió que me tranquilizara y me recordó que ahora eras tú el bebé que necesitaba ser acompañado. También me sorprendió mucho que todos con los que nos cruzamos me dieran los buenos días. Pero, ¿no era de noche aún? ¿Había pasado todo la noche en fase de expulsivo? Pues sí, así era.

Llegamos por fin al paritorio. Me pusieron el gotero con oxitocina sintética y los monitores. Estaba muy incomoda tumbada, me apretaban mucho las correas y no me las podían aflojar. La matrona del hospital me comunicó que tenía que avisar a la ginecóloga. Miré a tu padre realmente asustada. Algo no iba bien y nadie me lo decía. La ginecóloga llegó inmediatamente y me explicó que el monitor pintaba muy feo, que te habían bajado las pulsaciones. No sé qué costará explicar las cosas. Es cierto que te bajaron las pulsaciones, pero sólo en el momento de la contracción, luego te recuperabas muy bien. Decidieron hacerte la prueba del ph para descartar un posible sufrimiento fetal. Anabel me explicó que no era como una motorización interna, que era a nivel capilar y que no me preocupara. La primera vez que te pincharon no dio un resultado válido, así que te tuvieron que repetir la prueba y el resultado fue bueno. No tenías sufrimiento fetal. 

La ginecóloga no me resultó para nada agradable y asertiva, me asustó muchísimo. Esta es mi única queja porque el resto del personal sanitario fue encantador con nosotros y no nos sentimos juzgados en ningún momento. Me habló primero de hacerme una cesárea y yo a esas alturas ni podía razonar. Sólo le contesté que me la hiciera si era necesario. Ni si quiera podía pensar friamente con ella de píe y su impecable bata blanca y yo allí tumbada y desnuda. A esas alturas era imposible hacerme una cesárea, me iban a dejar sin vejiga. Y ella como ginecóloga lo sabía mucho mejor que yo. También me habló de utilizar forceps. Pero, ¿qué pensaba esa mujer? ¿Qué yo no empujaba porque no quería empujar? ¿Tenía ella más interés en que nacieras que yo misma? Me agarré fuerte a la camilla, les pedí que me sujetaran la pierna y empujé y empujé. La ginecóloga cogió una ventosa, kiwi le llamó, y te la colocó en la cabeza. Creo que había decidido usar la ventosa desde el principio y sólo pretendió asustarme y meterme miedo con el tema de la cesárea y los forceps. Desde luego, si pretendía que decirme eso me diera las fuerzas o la rabia para empujar, se equivocó de pleno. El miedo y el estrés inhiben la oxitocina. Yo no sabía ni qué aspecto tenía ese artilugio, pero afortunadamente es lo menos invasivo en estos casos. ¿Había tanta urgencia como para no perder ni dos minutos en enseñarme la puñetera ventosa para que no me imaginara algo mucho peor de lo que realmente era? Se soltó dos veces, sentí mucho pánico y creo que grité. Entonces me dijo:  "Los partos sin epidural son así". De verdad, esa mujer no entendía nada. Yo no gritaba porque me doliera, sino porque estaba aterrada, porque pensaba que nacerías con la cabeza totalmente deformada, que te iban a causar un verdadero daño. ¿Te dolió, hijo mío? Espero que no. A la tercera vez que colocó la ventosa empujé y seguí empujando. Empujé tanto que me tuvieron que avisar que dejara de hacerlo porque ya habías nacido. ¿Cómo era posible? Había sido todo tan rápido que no me había enterado. No había sentido ningún aro de fuego, ni nada similar como había leído en tantos relatos de partos. Me sentía defraudada.

Todo lo que pasó a continuación no estoy segura de recordarlo tal y como fue. Desde el momento en el que te pusieron en mis brazos ya no existía nada, ni nadie más. Oficialmente naciste a las 9:06 de la mañana, pero yo creo que fue un poco más tarde, justo cuando llegaste a mis brazos. O más bien debería decir que yo nací como madre en aquel momento. Como dice Claudia Pariente: "en esta vida nacemos dos veces, una hacia los brazos de nuestra madre y otra hacia los brazos de nuestros hijos". 

No sé ni cómo alumbré la placenta. Sólo veía a la ginecóloga urgar entre mis piernas. No me resultaba doloroso, sólo algo incomodo. Anabel me explicó posteriormente que fue de forma espontánea y que también me masajearon el fondo del útero para estimular las contracciones. Pedí que me la mostraran, tu compañera durante nueve meses. Era pequeña, muy redonda y muy gruesa y de un intenso color rojo. Me pareció perfecta, con todas sus terminaciones mágicamente enlazadas. Llegué a tocarla y la sensación no me gustó demasiado. Era como tocar carne cruda. Me dio pena que me dijeran que la iban a tirar. Yo tenía preparado en casa el papel para hacer la estampación, pero no pudo ser. Ahora me arrepiento de no haber tomado una fotografía de tu placenta, pero no se me ocurrió. Con un expulsivo tan largo, nueve horas, existía la posibilidad de que mi útero no se contrajese, pero no pasó nada grave. Mi útero, tu nido durante nueve meses, volvió a su sitio sin mayores dificultades. Qué órgano tan poderoso.

Cuando la ginecóloga me pinchó para suturarme sí me resultó muy molesto. Me dio tres puntos. Qué rabia, estaba notando más eso que tu cabeza coronando. Mientras tanto tú llorabas muy fuerte. Te separaron de mí unos minutos que se me hicieron eternos. Te aspiraron las secreciones en la misma habitación, pero a mí me parecía que estabas a kilómetros de distancia. En ese momento entendí perfectamente a todas las mujeres que había leído a través del Parto es Nuestro relatar su experiencia de separación de horas con sus hijos recién nacidos. Y lo mío no fue nada comparado con el calvario que debieron pasar muchas de ellas. Yo veía tus manitas y tus piernitas agitándose mientras te manipulaban y sentía tu dolor. Le dije a tu padre: "Ve con él, no le dejes solo". Llorabas tan fuerte. Ojalá, mi niño, no aprendas a callarte nunca. 

Por fin te pusieron en mi pecho. Tan blanquito, tan achuchable, tan lleno de vida... Me quedé maravillada. Te conté los deditos de las manos. Y tu mágico olor... qué maravilla. Eso fue lo que más me llamó la atención. Olías tan bien, nunca lo olvidaré. Aún no he lavado el gorrito que te pusieron. En realidad era una venda mal doblada. A veces en casa lo cojo entre mis manos, lo huelo y me conecto con ese instante sagrado. No sé, los poetas de todos lo tiempos, que tanto han escrito sobre el amor romántico, ¿por qué no se atrevieron nunca a escribir sobre ese olor a vida, a personita recién llegada? 

Tu padre no podía articular palabra, sólo nos miraba a los dos embelesado. A Sara le llamaron la atención tus genitales. Me dijo: "Me acabo de enamorar de los huevos de tu hijo". Yo ni te los había visto aún. No quería separarte de mi pecho para vértelos. Y Anabel se fijó en la embergadura de tus bracitos. Es cierto que eran y son unos brazos muy largos. Nos abarcas de lado a lado cuando nos abrazas. Te costó agarrarte a mi pecho, pero una vez que lo hiciste, fue con mucha decisión. Recuerdo que te cagaste encima mía y que también me pareció un aroma muy rico, amor de madre seguro que debe ser. Después te hiciste pis dos veces. Caray, ¿cómo de algo tan pequeño podía salir tanta sustancia? A día de hoy, todas las visitas en casa se han empeñado en ver cómo te cambiamos el pañal. Quieren ver como van creciendo tus mulistos y sí es cierto eso de que tienes unos huevos preciosos. Es quitarte el pañal y mearte en todos los curiosos, ja, ja, ja, ja. Qué revolucionario y contestario eres hijo mío. Nos gusta mucho que hagas eso, mi amor. Nos reímos mucho con tu novatada. Y es que tus padres se conocieron en una manifestación y tú no podías ser menos. Dentro de nada seguro que gritas: "Sí se puede". Claro que se puede, mi vida. Se puede y se debe nacer de otra manera. Y aún cuando las cosas se complican, lo primero son las emociones y los sentimientos de las personas.

Gracias, en primer lugar, a todo el equipo de Ancara Perinatal por acompañarnos en esta aventura. Sois fantásticas y formáis un equipo insuperable. Paca es el amor personificado, tan atenta y tan cariñosa. En algún momento del parto levanté la cabeza y allí estaban las velas encendidas, las que compré expresamente para el parto. Gracias por acordarte. Sara, dan ganas de quedarse de nuevo embarazada para parir de nuevo contigo. Yo no me llegué a teñir el pelo de azul porque la nota de color ya la pusiste tú. Qué pelos más alegres luciste en mi parto. Sé, estoy segura, que te espera un futuro prometedor en este campo. Y qué decir de Anabel... Gracias por poner en marcha todo esto. Gracias por confiar en la fortaleza de todas las mujeres y sus bebés. Voy a pasarme la vida presumiendo de haberos conocido. 

Gracias también a todo el equipo que nos asistió en el Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz. Salvo alguna excepción, que no merece ni ser nombrada, fuisteis muy amables y respetuosos con nosotros. Estoy tan contenta de contar con una maternidad así en Madrid. Os debo una carta de agradecimiento y os voy a recomendar siempre. Las cosas están avanzando poco a poco, pero sin pausa. Y yo a presumir que con un sólo hijo tuve un parto en casa y un parto hospitalario.

Gracias a Gabriel por acompañar con tu objetivo momentos tan especiales para nuestra familia. Ojalá consigas todo lo que te propongas. Anabel te define como un gato que estás, pero no se nota tu presencia. Yo te defino como un duende y no sé el motivo, pero es así. Qué ganas de que conozcas en persona a Imanol.

Gracias a todos y a todas los que me habéis apoyado para recordar fondos para el nacimiento de nuestro hijo. Sois tantos que no puedo citaros a todos porque me iba a olvidar de alguien seguro. Ya sabéis los que sois. He conocido a personas maravillosas gracias a este proyecto y me siento muy agradecida.

Gracias a mis compañeras del Parto es Nuestro, de la Liga de la Leche y a todas las mujeres que se han cruzado en mi camino y han tenido la valentía de traer un nuevo ser a este mundo, una nueva promesa para la humanidad. Los relatos de vuestros partos me han ayudado mucho. Orgullosa de vosotras es poco. Todas vosotras, con vuestros partos respetados, con vuestros partos robados, sois mis heroínas. No sé como el mundo entero no se detiene cada vez que una mujer está pariendo.

Gracias a Miguel, mi compañero de vida, por acompañarme, por caminar conmigo... Hace cuatro años me enamoré de ti y hoy sé que no me equivoqué. Nos unen para siempre nuestros hijos. Imanol, en piel y en huesos, y el resto, en esencia. Eres mi antídoto contra la mala jornada. Ya lo sabes, si me necesitas, tú síiiiiilbame y ya voy.

Gracias a mis hijos por elegirme como madre, aunque sólo Imanol decidiera quedarse en este mundo con nosotros. Sois mis maestros. Personas tan pequeñitas, pero que me enseñaron lecciones tan grandes. Si volviera a nacer, no cambiaría nada de lo que he vivido con vosotros. Os quiere siempre, vuestra mamá.

Hasta pronto

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Imanol ya ha cumplido su primer mes de vida. Ha sido un mes muy intenso de aprendizaje donde casi no he tenido tiempo ni para ducharme, ni para cualquier otra actividad que no estuviera directamente relacionada con él. Afortunadamente no hemos tenido ningún problema con la lactancia, lo que más me preocupaba y es algo de lo que me siento muy orgullosa y que estamos disfrutando mucho ambos. El puerperio es una etapa muy dura de la casi nadie se atreve a hablar, pero que también ofrece una claridad y una evidencia únicas, como nunca antes había experimentado. Durante este mes he tenido mucho tiempo para reflexionar, a ratos, cuando Imanol me lo permitía y casi siempre con él en brazos. Sobre todo he pensado bastante en el tiempo que me quita mi participación en las redes sociales y si realmente me compensa compartir información que poca gente valora y que mucha gente, demasiada quizás, critica. En este tiempo en el que decidí abrirme al mundo virtual he conocido a todo tipo de gente. Muchas han sido las experiencias positivas, no lo niego, pero también me he encontrado con personas realmente desagradables y maleducadas que consideran que, porque parte de tu vida es pública, tenían derecho a juzgarme. Y lo que más lamentable me parece es que se excusen en el anonimato de Internet. La verdad, nunca me imaginé que en este campo sería objeto de acoso. Era demasiado inocente hace unos años y confiaba en todas las personas que aparentemente querían cambiar el mundo.

Cuando decidí recaudar fondos para el nacimiento respetado de Imanol, me encontré con personas que no lo veían nada bien y no dudaron en acudir a mi página en pandilla, como verdaderos mafiosos, para hacérmelo saber. Lo triste es que eran personas conocidas, amigas de una amiga, que más o menos conocían mi historia de pérdidas gestacionales y de infertilidad. Fui objeto de burla, difamación, calumnias varias y una serie de cosas realmente desagradables. Desde luego, ninguna embarazada debería pasar por algo semejante en un momento tan especial y vulnerable.

También desde el archiconocido "Informe Doulas" fue acosada por un grupo de matronas o eso dicen que son, pero que no hacen honor a su profesión ni muchísimo menos. Realmente vergonzoso que sin saber si realmente tengo o he tenido ingresos como doula, sin saber con seguridad si alguna vez he ejercido o no, no duden en llamarme públicamente impostora, farsante, intrusa, etc. Realmente lamentable que profesionales sanitarias se dediquen a acosar y a insultar por las redes sociales hasta ahora con total impunidad. Pero siempre he considerado que a quién realmente insultan es a sus propias compañeras matronas que sí demuestran tener respeto hacia las mujeres, sus hijos y hacia todo el proceso de embarazo y nacimiento. Llegaron hasta a cuestionar asuntos tan íntimos y sagrados como la pérdida de mis hijos. Triste y realmente preocupante que las personas que más deberían saber acerca de la muerte gestacional y perinatal demuestren tan poco respeto hacia este tema, nos crean capaces a las mujeres que hemos pasado por ello de sacar provecho, de lucrarnos económicamente con semejante tragedia. Me da hasta miedo pensar que se enfrentan a esta realidad a diario y compadezco a las mujeres que se vean con ellas en tras triste situación.

Por otro lado, no veo unidad en el colectivo de las doulas. Pasamos demasiado tiempo discutiendo sobre, por ejemplo, si deberíamos o no acompañar partos sin asistencia sanitaria. Algo tan obvio y evidente para mí no debería ser objeto de discusión, todas sin excepción deberíamos estar de acuerdo en que no deberíamos acompañar este tipo de partos bajo ningún concepto. Nos deberíamos centrar en conseguir por fin que se nos reconozca o en equiparar contenidos en las formaciones. Ni siquiera en una situación tan dura como la que estamos viviendo en la actualidad, donde nuestra figura es constantemente atacada, somos capaces de ponernos de acuerdo. Las mejores doulas que he conocido han decidido dejar de acompañar por el momento o de forma definitiva. Esto demuestra lo alejadas que estamos las unas de las otras.

Por el momento, me apetece centrarme en mi familia, en mi hijo que tanto nos ha costado que llegara a nuestras vidas; en seguir formándome en este campo y en muchos otros más, pero con profesionales de verdad, no con farsantes que me han estafado como me ha ocurrido; en volver a escribir sobre lo que realmente me motive; en volver a hacer manualidades; etc. No sé si volveré a plantearme trabajar de doula en un futuro. Por el momento, estoy bastante desencantada con este mundo. Me gustaría que fuera de otra manera porque realmente cuando comencé a formarme en el mundo perinatal estaba realmente motivada e ilusionada con todo lo que podía aportar a los bebés y sus familias. Y realmente siento que puedo aportar mucho, pero todo tiene un límite. Y el mío con tanto acoso y tanta desinformación se ha agotado. Le dejo espacio a las valientes.

Un año siendo tu madre

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Un año siendo tu madre en la Tierra. Casi cuarenta semanas completas de vida intrauterina. Nos faltó sólo un día para llegar a mi fecha improbable de parto. Lustros deseándote, soñando con tu mirada y tu manita posada sobre la mía. Pero esto último sólo tú y yo lo sabemos. Hace tanto tiempo que soy tu madre y tú eres mi hijo. Hace tanto que me elegiste como canal para llegar a este mundo, aunque para el resto del mundo sólo cuente el día en que por fin nuestros caminos se cruzaron, el día de tu nacimiento. Un año de grandes logros por tu parte... y también por mi parte, aunque me cueste tanto reconocer los méritos propios.

Hace sólo un momento que te has despertado para tomar tu ración de teta de medianoche, la primera de tu año de vida. Te he felicitado con un beso en la mejilla, aunque aún faltan unas ocho horas para el aniversario de la primera vez que vi tu carita y el mundo cambió inexorablemente de rumbo para tu padre y para mí. Pero al fin ya ha llegado el esperado 10 de enero, el día que comenzó mi revolución, nuestro camino juntos fuera de mi cuerpo, fuera de mi útero, tu primer hogar. Ya no puedo dormir por la emoción. Te he acurrucado junto a tu padre y he salido de la cama. He encendido las tres velas de colores de mi parto, de tu nacimiento. Contemplo sus llamas, enciendo el portátil y respiro profundo.

Durante el último mes revivo continuamente nuestro primer encuentro. Sin esfuerzo al cerrar mis ojos consigo conectarme con tu olor y con el tacto de tu piel. Evoco cada sensación tan nítidamente que me asusta. Recuerdo tu llanto, como levantaste la cabeza en cuanto te pusieron sobre mi pecho, el calorcito tan agradable de tu piel, la sensación en mis labios al rozar por primera vez tu cabecita, mis dedos dibujando tus cejas, el momento en que noté algo viscoso sobre mi abdomen: el meconio... Ni podía sospechar que los bebés hacen caca encima de sus madres nada más nacer. Estas cosas nadie te las cuenta. Y, por encima de todo, recuerdo tan bien tu primer enganche perfecto en mi pecho derecho, nuestro preferido. Sentí que era el comienzo de nuestra historia de amor.

He revisado también todas las fotos de este intenso año, nuestras fotos, las fotos de nuestra pequeña familia. Cómo has crecido, tú y tus pestañas. Qué de cambios en tan poco tiempo. El tiempo vuela y yo espero que confíes en mí para acompañarte en todos tus despegues y aterrizajes.

Ha sido un año vibrante, vibrantemente intenso. Un año corto, pero de días muy largos. Días largos donde lo único que tenía que hacer era cuidarte, velar por tus sueños. Días interminables enganchado a mi pecho; cambiando pañales; estudiando cada balbuceo, cada gesto, cada movimiento nuevo... Observándote durante horas, estuvieras despierto o dormido. Tan maravillada de lo que habíamos creado tu padre y yo, sin poderme creer que ya estuvieras aquí en piel y huesos. Soy sin duda la primera mujer que se enamora de ti Imanol. 

Días también sin tiempo para lavarme los dientes, con la lavadora repleta de pañales sucios, sin poder contestar al teléfono, sobreviviendo a base de cafés y galletas, abriendo al cartero con una teta fuera... No todo ha sido como me imaginaba. Tampoco nadie se molestó en explicarme en qué consiste verdaderamente el puerperio.

Un año de duelos. Duelo, en primer lugar, por la mujer que yo era y que no regresará más. Tengo que reconocerlo: a veces añoro mi otra vida. Aunque viéndote dormir a mi lado me parezca una vida tan lejana y tan irreal, como si estuviera viendo la película sobre las andanzas de otra mujer que no soy yo y que ni si quiera conozco. Echo de menos tener una tarde para mí sola, para leer un buen libro o para vagabundear por Madrid en busca de alguna tienda peculiar. Pero no extraño a la mujer que se lamentaba de su pasado o se preocupaba por el futuro porque tú me has enseñado a centrarme en el ahora. He cambiado buscar ropa curiosa en tiendas de segunda mano por encontrar pequeños tesoros en los parques: piedrecitas, piñas, ramitas, hojitas y todo lo que a ti te pueda parecer interesante. He ganado con el cambio, ahora lo sé.

La gente nos suele decir que eres un bebé muy bueno y me molesta tener que escuchar comentarios así sobre ti. Me parece tan absurdo confundir tranquilidad con bondad. Y es tan cruel que se llame buenos a los niños que no lloran, que no expresan sus necesidades... niños que, en definitiva, no molestan a los adultos. No son niños buenos, todos los niños nacen siéndolo, son niños adaptados a un sistema enfermo que no piensa en ellos. Yo siempre desearé que tú no aprendas a callarte nunca. 

La verdad es que no sé si me los has puesto fácil o difícil en este primer año. Sé que ser madre en esta sociedad extremadamente contradictoria me parece muy complicado, no me imaginaba hasta qué punto antes de que llegaras. Esta sociedad loca nos dice constantemente cómo debemos actuar con nuestros hijos y parece que pocas veces las madres acertamos con lo que se espera de nosotras. Parece que cuando las cosas salen mal somos las únicas responsables, pero cuando salen bien es mérito de todos. ¿Y por qué resultará tan extraño para nuestro entorno que te esté acostumbrando a recibir amor? Para mí es tan importante que tengas una autoestima alta, que siempre te quieras a ti mismo y lo único que se me ocurre hacer para lograrlo es responder a tus necesidades sin demora. Estoy segura que muchas veces me equivoco con lo que deseas, pero siempre trato de responder cuanto antes cuando lloras o gritas. Quiérete mucho Imanol, abrázate a ti mismo en todo momento y circunstancia. Yo sé que no hay mejor forma de querernos a tus padres y sé también que queriéndote a ti mismo abrazarás al mundo con todas tus fuerzas.

Y hay tanta soledad en la crianza de nuestros hijos, esto es lo más duro que me ha tocado vivir en este año. Qué de amigas he perdido con tu llegada, qué triste que ya no recuerden lo mucho que les apoyé yo cuando llegaron sus hijos. Pero no las guardo rencor, cada cual tiene su camino y en el mío ahora sólo importa mi familia.

Y la culpa, la eterna y legendaria culpa que nos persigue a todas las madres sin remedio y sin posibilidad de escapatoria. ¿A quién se le ocurriría algo tan perverso?

Miro las llamas de tus velas y quiero perdonarme todo el daño que te habré causado este año. Las lágrimas que he derramado encima tuya, las discusiones con tu padre en tu presencia, las veces que te negué la mirada por estar contestando un email o cualquier otra actividad rutinaria, la tristeza que a veces me impidió ver el otro lado... Y la culpa, una vez más, la culpa por no ser la madre que esperaba ser, por sentirme agotada al final del día, por desear a veces que desaparecieras durante unos minutos para poder al menos ducharme con tranquilidad.

Quiero agradecerte una vez más que me hayas elegido como madre. Ser tu mamá, Imanol, es lo más grande que he hecho en toda mi vida, mi mayor triunfo. Es un verdadero privilegio conocerte, haberte tenido en mi vientre creciendo sin parar y que ahora me permitas acompañarte de la mejor forma que sabemos tu padre y yo. Aprenderás tantas cosas con el tiempo Imanol. Aprenderás que sólo se pierde el tiempo cuando no se sonríe, que el mar es azul porque el cielo se refleja en él o que tu madre es una persona con muchos defectos. Espero ser capaz de transmitirte tan sólo unas ideas que confío lleguen a tu corazón.

Se feliz Imanol, es la única razón por la que llegaste a este mundo. 

Di lo que piensas siempre, no temas nunca que te tachen de soñador, loco, inconformista o cualquier otro descalificativo o alabanza, según se mire, que emplearán contra ti personas resignadas y sin ambiciones.

Disfruta de la vida, explora, viaja, ríe a carcajadas, come mandarinas, saluda al sol cada mañana... Haz todo lo que te haga sentir VIVO con mayúsculas.

Cuando te enfrentes a alguien que parezca más seguro que tú e, incluso, te intimide, recuerda que cada uno tenemos nuestros propios miedos y nuestras propias batallas que lidiar, sólo que nos enfrentamos a ellas de manera distinta.

Tener miedo es natural, lo importante es utilizarlo para impulsarnos, como trampolín para alcanzar nuestras metas. Nunca permitas que el miedo te paralice durante mucho tiempo.

Llora cuando necesites hacerlo, por una alegría inmensa o cuando sientes que la vida se desmorona. Irás aprendiendo que esos momentos pueden vivirse en soledad o compartirse con personas especiales. Tu padre y yo estaremos a tu lado siempre si tú lo deseas así y necesitas que estemos.

La soledad es necesaria y aprenderás a disfrutar de ella, aunque ahora sea difícil comprenderlo.

Pasa tiempo de calidad con tus amigos, verás que serán un pilar muy importante en tu vida.

Siempre podrás contar con tu padre y conmigo, nunca me cansaré de repetírtelo. Disfrutaremos de tus éxitos y te apoyaremos en tus caídas. El concepto de familia que conoces hoy en día irá cambiando con el tiempo, nosotros siempre estaremos a tu lado, pero llegará el día en que formes tu propia familia y ese día nos sentiremos tan orgullosos de ti.

Algún día te romperán el corazón y te dolerá mucho, puede que hasta pienses que es el fin, pero te aseguro que saldrás victorioso y listo para encontrar a la persona que te quiera por lo que eres con todo lo que va incluido en el paquete.

Papá y mamá tenemos una visión del mundo que compartimos contigo por ahora mientras vas construyendo tu propia visión. Cuando la tengas vívela, ámala y disfrútala.

Persigue siempre tus sueños, aunque por momentos pienses que estás solo con tu sueño. Las revoluciones siempre tuvieron un primer paso, un paso pequeño e insignificante, pero decisivo para el comienzo del cambio.

Nunca, nunca olvides que eres un milagro, no mío, ni de tu padre, un milagro que sólo te pertenece a ti. Si todos nosotros lo somos, todos los bebés lo son, los bebés arco iris ya llegáis a la categoría de mágicos.



¡FELIZ CUMPLEAÑOS IMANOL! ¡FELIZ VIDA!


"Una madre consciente sabe…
que el universo la sostiene,
que las fuerzas cósmicas del cielo y la tierra,
la luna y las estrellas, están con ella.
Que no está sola en esta danza del maternaje,
que todas las madres del mundo y del más allá navegan con ella.
Una madre consciente sabe…
que ser madre sólo se aprende caminando,
que a veces hay que saltar al vacío y soltar
para que nuestros hijos puedan crecer,
y sólo así crecemos nosotras.
Una madre consciente sabe…
que cuando las sombras acechan
y salen en forma de loba, pantera,
dragona desmedida,
hay algo que clama por ser cuidado
y atendido por nuestra Alma.
Una madre consciente sabe…
que somos muchas las que estamos despertando
a un nuevo sentir de nuestro útero,
de nuestros ciclos, de nuestra feminidad y de nuestra sombra.
Y que ello nos une,
como un cordón umbilical invisible,
a la gran Madre".

Mi bebé pequeñito

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Contra todo pronóstico, porque sus padres somos bastante altos, Imanol es un bebé pequeñito. Pequeñito desde el útero. Aunque a ningún ginecólogo que nos hizo el seguimiento durante el embarazo le pareció alarmante y ni si quiera se molestaron en hacérmelo saber. Parece que lo único importante era mi peso y, por suerte, engordé muy poco durante el embarazo, aunque comí como una campeona. Por suerte porque me ahorré muchas broncas en las revisiones, no porque me parezca algo tan preocupante engordar mucho o poco durante el embarazo. Me parece un mito más de los muchos que hay sobre el embarazo. A mí lo único que me interesaba en esos momentos eran las medidas de mi hijo y no llegó a pesar tres kilos cuando nació. Su placenta era igualmente pequeñita. En el hospital, por aquello que los hijos de fumadoras suelen nacer con bajo peso, me preguntaron si era mi caso, si era fumadora. No he fumado en mi vida. Primer comentario ofensivo de una larga lista que he tenido que soportar por parte de algunos profesionales sanitarios.

Durante los cuatro primeros meses ganó bastante peso, pero siempre dentro de su percentil, nada llamativo o fuera de lo normal. Su cardias, una válvula que tenemos en el estómago, era inmaduro y regurgitaba en cada toma. No lloraba, ni mostraba malestar, pero a mí me preocupaba mucho. Fue bastante estresante, ya que estábamos en pleno invierno y se mojaba toda la ropa, por lo que era imprescindible cambiarle. Probé a ponerle en vertical después de cada toma dejándole en una hamaquita, en las esquinas del sofá o llevándole en el fular, pero nada funcionaba y, además de lavar su ropa, me tocaba lavar la mía propia, la funda de la hamaca, el fular... todo. Al final opté por subir la calefacción y tenerle en pañal todo el día, lo que además fomentaba nuestro contacto piel con piel. Me costaba creer que llegara leche a su estómago con todo lo que veía salir con la misma facilidad con la que entraba. Pero, sí, conseguía retener mi leche porque iba ganando peso y se mostraba cada vez más activo. Mucha gente me recomendó que no me complicara, que renunciara a la lactancia materna y comenzara a darle leche de fórmula, que como es más densa, les viene mejor para no regurgitar. Me pareció una locura y me negué en rotundo. Y así continuamos hasta que consiguió mantenerse sentado por si solo, más o menos  a los seis meses. En la actualidad, en el momento menos esperado, también regurgita bastante cantidad de leche y ya ha cumplido el año.

Después llegó el verano en Madrid. Las tomas más cortas para calmar la sed; las horribles sudadas de los dos cada vez que se enganchaba, imposible ya estar todo el día pegaditos y en bracitos; mi sensibilidad extrema en los pezones; mis bajadas de tensión... Probablemente no llegó muchos días al final de la toma, a tomar la grasa de la leche en estos dos últimos meses de lactancia materna exclusiva. 

En la revisión de los seis meses nuestra enfermera me hizo sentir realmente mal. Imanol no había llegado a engordar un kilo entre los cuatro y los seis meses y sin tapujos me preguntó si seguía amamantándole. Pues, ¿qué esperaba que le diera? ¿Un bocata de jamón a media tarde? Como si ya no lo supiera más que de sobra, me recordó que la lactancia materna es a demanda. Y al llegar a casa comprobé en las tablas de la OMS que Imanol había engordado lo esperable en niños amamantados, pero, claro, en las consultas pediatras no están acostumbrados a ver a niños amamantados más allá de los cuatro meses y que, además, estos bebés aún no toman cereales.

Dos semanas antes de cumplir los seis meses Imanol empezó a mostrar mucho interés por la comida y, aunque, todavía no se mantenía bien sentado por si solo, colocada las manitas por delante, decidimos darle un poco de sandía. Le entusiasmó. Y ya seguimos con todas las frutas ricas del verano: melón, paraguaya, melocotón, manzana cocida, etc. Nuevamente tuve que soportar comentarios inapropiados de su poco actualizada pediatra porque la paraguaya según ella no se debe dar tan pronto, a pesar de que se la diera pelada y durante tres días consecutivos para descartar una alergia o intolerancia. La OMS no recomienda en la actualidad retrasar la ingesta de ningún alimento, pero la pediatra de Imanol no se ha enterado aún. Y yo me pregunto qué se pensará esta mujer que comen los bebés venezolanos, por ejemplo. 

Siempre he procurado que coma él solito, directamente de la bandeja de su trona, y las pocas veces que por prisa le presioné y le metí la cuchara, lo único que conseguí es que vomitara. Me pasó el primer día que probó la patata. En una ocasión, durante las vacaciones, le di un potito de pescado con verduras, pero hasta a mí me pareció que su sabor era bastante extraño. Por supuesto, acabó en el cubo de la basura.

Su entusiasmo por la comida fue en aumento hasta el punto de solo mamar por las noches o de quitarme mi propia comida al menor descuido. La consecuencia es que se estriñó bastante y decidimos comenzar a darle agua dado el excesivo calor que hacía en Madrid y los lloros cada vez que le veíamos empujar. La cara se le desencajaba totalmente y nos dolía mucho verle así. Se suele recomendar no introducir el agua en los bebés amamantados hasta el año, pero Imanol claramente la necesitaba ya y, de hecho, es una de las primeras palabras que ha aprendido. Mejoró considerablemente y no ha vuelto a tener ningún episodio de estreñimiento.

Como era previsible, nuestra pediatra no está de acuerdo con nuestro método para introducir la alimentación complementaria, el babyledweaning. Nos dijo que comiendo a trozos era imposible que tomara la cantidad de alimento suficiente y que le debíamos complementar con purés. Nunca lo hemos hecho y a día de hoy Imanol ya tiene todos los alimentos introducidos y ha hecho grandes progresos. Es una pasada como es capaz de hacer la pinza y de coger uno a uno los guisantes, como sigue con la mirada el trozo de comida que se cae al suelo o como rebusca en el bolsillo del babero. Sólo hemos tenido un pequeño susto con una uva y trozo de pan tostado, pero él solito lo gestionó perfectamente. Se inclinó hacia delante, tosió varias veces y consiguió sacar el trozo atascado. Los bebés desde bien pequeños imitan a sus padres cuando comen, simulan que mastican y que tragan. Aunque aún no tengan dientes, son perfectamente capaces de masticar con las encías y la mayoría de los alimentos son muy blanditos. Si se atragantan, como le pasó a Imanol, no hay que hacer absolutamente nada. Si actuamos dándoles agua o palmaditas en la espalda estamos agravando la situación. Ellos instintivamente saben muy bien lo que tienen que hacer. Otra cosa es que no sean capaces de toser. Entonces no respiran y eso sí es peligroso. Habría que hacerles una maniobra. Considero que darle purés todos los días es un error y una falta de estimulación muy importante. El babyledweading es sin duda la actividad sensorial más atractiva que realiza mi hijo en todo el día. Gracias al babyledweaning Imanol es capaz de conocer la forma, el color y el sabor de cada alimento por separado y se acostumbra cuanto antes a comer como comerá el resto de su vida. Sólo come purés cuando sus padres también los comen en alguna cena o los días que no tenemos demasiadas ganas de cocinar y aprovechamos los restos.

En la revisión del año, como era de esperar, seguía delgadito y han considerado necesario hacerle unos análisis para descartar una posible anemia, celiaquía o cualquier alergia o intolerancia alimentaria. Yo creo que está perfecto, muy sano y feliz. No ha tenido diarreas y no se le ve la tripa hinchada, síntomas claros de celiaquía. Tampoco ha estado enfermo y no ha dejado de comer en ningún momento. Nos van a marear con pruebas innecesarias, pero hemos accedido para quedarnos más tranquilos. Sólo hemos notado que con el tomate le salen rojeces en la cara, así que, de momento, no se lo estamos ofreciendo. Es algo bastante frecuente en muchos bebés.

Y os comento mis pequeños trucos para que Imanol ingiera más calorías de una forma sana y equilibrada:

* Procuro echarle un chorrito de aceite de oliva crudo en la verdura o en el pan. Además de obtener de esta forma grasas de las buenas, es un remedio eficaz contra el estreñimiento.

* Preferimos el pan y el arroz integral, tiene más hierro, pero compramos todo tipo de panes: de centeno, de espelta, multicereales, etc. Lo ideal sería hacerlo en casa para evitar la sal, pero no disponemos de tanto tiempo libre. A día de hoy todavía no ha probado los cereales industriales elaborados expresamente para bebés porque me parecen excesivamente caros, repletos de azúcar y no se disuelven en la leche materna. Es darle harina a mi hijo, harina y azúcar. No tienen ninguna vitamina especial o más porcentaje de hierro como nos quieren hacer creer a través de su publicidad. Está ingiriendo cereal de mucha mejor calidad comiendo un trocito de pan en cada comida.

* A partir del año he comenzado a darle frutos secos machacados. Son muy calóricos y muy sanos. Todos deberíamos consumirlos a diario, pero hay bastante riesgo de atragantamiento, por lo que me aseguro de que estén muy molidos antes de ofrecérselos. Hasta ahora hemos probado las nueces, las almendras, las avellanas y los higos secos. El yogur natural sin azúcar añadido es muy socorrido para introducir este tipo de alimentos. Imanol acepta totalmente el sabor amargo del yogur natural y yo también me estoy acostumbrando a tomarlo así.

* Recurrimos a las frutas y las verduras más calóricas: plátano, uvas, caquis, aguacate, patatas, yuca, zanahoria, etc.

* Comemos un buen plato de pasta dos veces por semana con queso, tomate frito sin azúcares añadidos, huevo o simplemente con aceite de oliva. Le rechifla.

* Las legumbres también las come muy bien, sobre todo los garbanzos y las lentejas. Las tomamos en hamburguesas, humus o de forma convencional con verduras.

* La carne y el pescado lo come estupendamente, pero procuramos no abusar. Imanol, aunque no me entusiasme la idea, es un gran carnívoro y disfruta mucho con cada trozo que le damos.

* Con las sopas no le doy el caldo para no llenarle el estómago de agua y que no se coma los fideos, la quinoa o el mijo (son las tres variantes de sopas que tomamos en casa).

* Siempre llevo pan o galletas integrales en el bolso para que coma en cualquier momento si estamos fuera de casa.

* Me recomendaron que directamente le diera bollería. No estoy dispuesta a darle cosas insanas a mi hijo con tal de que engorde, no quiero cebarle. Lo más seguro es que no subiría ni un sólo gramo, pero sí le subiría el colesterol o acabaría con caries en los dientes de leche. Sencillamente creo que este tipo de productos son de consumo muy esporádico y se los voy a retrasar lo más posible.

* Hay días que come más y días que come menos como cualquier otra persona. No le obligo a comer nunca. No le puedo meter la comida con un embudo y no creo que ponerme nerviosa, presionarle o hacerle chantaje emocional con la comida sea algo positivo para su futuro. 

* Intento relajarme, hacer oídos sordos a los comentarios y aceptar que la constitución de mi hijo es esa, es delgado como su padre. Es un bailarín y punto. Tiene sus ventajas. Me puedo preparar mi propio desayuno con el en brazos cada mañana, la silla de paseo está sin estrenar porque aún no notamos su peso al llevarle porteado a todos los lados y está reguapo con sus tirantes en los pantalones. Realmente en España el problema y, además, un problema muy serio, es la obesidad, no la delgadez.

* Y, por supuesto, seguimos con la lactancia materna a demanda en todo momento y toda circunstancia, de día y de noche hasta que él quiera o le de vergüenza, lo que suceda antes.

Malas madres

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La semana pasada las redes se encendieron con el nuevo libro de Samanta Villar donde explica su reciente maternidad de mellizos, superados los 40 y al parecer por donación de óvulos. No entiendo que el resto de las madres y personas que ni siquera tienen hijos se tomen sus declaraciones como un ataque personal. No entiendo los posts titulados "el zasca a Samanta Villar". Cada una vive su propia maternidad como puede o como quiere. Nadie lo hace mejor que nadie y, en todo caso, eso sólo lo tendrán que decidir nuestros hijos y, por de pronto, ya nos han elegido como madres y padres, así que no creo que lo hagamos tan mal. Y si lo hacemos mal, ya nos lo harán saber, eso seguro. Y estoy convencida que sus mismas declaraciones las realiza un padre y no se hubiera armada semejante revuelo. Hay un grado de machismo en todo esto muy grande.

La verdad es que me da igual lo que diga, no tengo ninguna intención de comprar su libro. Y no entiendo que se queje de no tener tiempo para nada cuando ha podido escribir un libro en pleno puerperio. Si es que realmente lo ha escrito ella. Quizás haya contratado a alguien para que lo escriba por ella como pasa en tantas ocasiones con los famosos. Lo desconozco y no me preocupa lo más mínimo. Yo sé que yo muchas veces no tengo ni tiempo para lavarme los dientes, menos aún para leer o para plantearme escribir un libro. Y yo sólo tengo un bebé a mi cargo. Ella tiene mellizos. Lo que sí me llama mucho la atención es que comparta alegremente cómo fueron concebidos sus hijos, cómo nacieron o lo que ha supuesto su llegada en su vida. Esto ya me parece una vulneración importante de la intimidad de un menor. Yo también he hablado públicamente de los problemas de fertilidad de mi pareja, de nuestros problemas de fertilidad. Hablar de la infertilidad masculina supone ayudar a normalizar e ir rompiendo poco a poco el tabú. Por lo menos ese es el objetivo que me planteaba cuando me decidí hacer público lo que nos estaba pasando. Pero es cierto que precisamente por esa razón, porque la infertilidad es un gran tabú en esta sociedad, también te das cuenta que hay mucho morbo alrededor y que mucha gente considera que si lo cuentas públicamente, tienen todo el derecho a opinar, a juzgar o, incluso, a criticar. Y ni os cuento lo que supuso compartir que planeé un parto en casa, hasta que organicé un sorteo para recaudar fondos para ese fin tan, tan disparatado para mucha gente, para la mayor parte de la población, la verdad. Eso fue ya fue un verdadero acoso en las redes hasta el punto de plantearme cerrar todos mis perfiles. Y así lo hice con este blog durante un tiempo.

Os contaré algo. Sé que no fui una niña deseada, que llegué por sorpresa a la vida de mis padres cuando ya no planeaban tener más hijos. Que, en un principio, se consolaron pensando que quizás esta vez tendrían suerte y llegaría su deseado varón y que, sobre todo para mi padre, fue una decepción enorme tener una hija más, la tercera y el fin de su sueño de tener un hijo llamado José Luis. Nunca me lo han confirmado. Probablemente yo tampoco haya sacado el tema nunca, pero siempre he intuido que así fue. Quizás fueron comentarios que escuché de pequeña, ese constante "tú tenías que haber sido niño", como si yo tuviera la culpa de haber nacido con útero. No me hubiera gustado nada enterarme de adulta que mis padres habían hablado o hasta publicado un libro de esta historia, de mi historia.

Es cierto que "las malas madres"están de moda. Espero que sea una moda pasajera sinceramente. Quizás Samanta Villar se haya subido al carro, no lo sé. No entiendo muy bien este fenómeno de las malas madres. O, quizás, lo entiendo demasiado bien. ¿Os imagináis un club de "malos médicos", "malos arquitectos" o "malas señoras de la limpieza"? En esta sociedad patriarcal parece que se puede hacer chistes con el tema de la maternidad sin que a nadie, ni a las propias madres, nos importe o afecte lo más mínimo. Y mejor que no se nos ocurra quejarnos porque todavía nos van a llamar marujas, feminazis, talibanas de la teta o a saber. Los insultos no acaban nunca. Es más, algunas madres deciden hacer estas gracias ellas mismas y sacar una importante cuantía económica de paso.

También creo que no es ninguna novedad que haya madres arrepentidas. Igual que habrá poetas trabajando en bancos, supongo que habrá madres deseando incorporarse de nuevo al trabajo. Lo oímos demasiada veces. Madres que no saben que hacer con sus hijos en vacaciones y que están deseando que vuelvan al colegio. Y creo que todas, por mucho apoyo que tengamos, en algún momento hemos pensado: "¿quién me mandaría a mí meterme en este follón?". No creo que el problema sea la maternidad en sí, sino que el problema está en cómo está planteada la sociedad en torno a ella. Por un lado se nos presiona para que a partir de una determinada edad nos convirtamos en madres y luego se nos deja solas, muy solas ante la crianza de nuestros hijos. Es más, hasta se nos juzga constantemente por lo que hacemos o dejamos de hacer. Forma parte del complot. Nos controlan de esta forma a nosotras y a nuestros hijos. Ya tenemos siervos desde incluso antes de que nazcan, no a ciudadanos con capacidad de pensar por sí mismos. Y ya el gran triunfo del patriarcado es que nos enfrentemos entre nosotras. Entonces ya no tienen que hacer nada más, salvo sentarse a contemplar en el espectáculo y a ser posible que sea en el barro y en bikini.

Mi maternidad no ha sido idílica, ninguna lo es. Me he enfrentado a pérdidas gestacionales, a la infertilidad de mi pareja, a tratamientos de fertilidad que casi acaban con mi salud física y mi estabilidad emocional. Luchar para que se respete la memoria de mis hijos que no llegaron con vida al segundo trimestre del embarazo me ha supuesto romper lazos con familiares y amigos. Y aún así tengo la certeza de que nadie hablará de ellos cuando yo ya no exista. Morirán definitivamente conmigo. Mi embarazo fue lo menos parecido al cuento de hadas que nos venden que tienen que ser los embarazos en mujeres sanas. Si crees conocer el miedo, te diré que no, no lo conoces en absoluto. El miedo es no querer ir a hacerte la primera ecografía porque sabes que no vas a ser capaz de escuchar de nuevo: "no hay latido". El miedo es respirar bien profundo antes de ir al baño por si te encuentras las bragas manchadas. El miedo es estar pendiente de cada nuevo síntoma por si tu hijo se muere y no te has dado cuenta, por si tu útero se ha convertido de nuevo en una tumba y la naturaleza te ha jugado la mala pasada de que no seas consciente ello. Eso es el miedo, lo demás son mieditos que caben en los bolsillos, te lo aseguro. Cuando se pasa por una experiencia traumática procuras evitarla, pero con los hijos esta regla no funciona. Si quieres tener un hijo tienes que abrir tu corazón y tu útero a lo que quiera venir y aceptar que los tiempos lo marcan ellos y no puedes hacer nada al respecto. Pero aún así no me quejo de mi maternidad, de mis hijos. Procuro no hacerlo, y menos, delante de mi único hijo vivo. No me ha pedido nacer, yo decidí libremente traerle a este mundo. Y claro que he renunciado a muchas cosas por cuidarle y atenderle de la mejor forma que sé. He renunciado a mi profesión de forma temporal, a salir por las noches, a ir a sitios donde mi hijo no es bienvenido, a ratos de intimidad con mi pareja porque duerme entre los dos, a tener mi casa limpia y recogida (y no la tenía precisamente impoluta antes de su llegada)... Si alguna vez la vida me regala otro hijo más, probablemente los celos entre hermanos me tendrán entretenida los próximos 30 años o más. Pero yo decido. Sí, decido libremente y conscientemente abrazar mi maternidad, con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. Yo sí afirmo que mi+i hijo es lo más importante que he hecho en mi vida, mi mayor sueño cumplido. Y no sé si seré más feliz o no desde que Imanol llegó a mi vida. Lo que sí sé es que mi propia felicidad no depende de nadie, sólo de mí. Muchísimo menos depende de un bebé, de mi propio hijo. Me parece que cargar a nuestros hijos con semejante responsabilidad es tremendamente injusto y egoista. Ya tienen ellos bastante con sobrevivir a sus propias vidas, con ponerse tiritas en el corazón ante las decepciones a las que se enfrentarán y con sortear los múltiples obstáculos que les pondrá la vida. Ya tendrán bastante con caerse del guindo y darse cuenta de que sus padres tienen muchas limitaciones. Porque la vida es eso, dormir a tus hijos en brazos, pasar noches en vela para cuidar de sus sueños, poner sus necesidades muy por delante de las tuyas propias y aceptar que llegará un día que todo el trabajo y todo el esfuerzo que hiciste por ellos lo olviden. Olvidarán que hubo un tiempo que fueran tan dependientes de nosotros que nos necesitaban hasta para comer. Es más, nos necesitaban para respirar. Y también llegará un día que se darán cuenta de que sus padres son personas normales, no super héroes como creyeron cuando eran pequeños. Con un poco de suerte nos perdonarán algún defectillo, alguna vez que les tratemos de forma injusta, aquel bofetón a destiempo, aquel grito por cansancio, aquella academia de inglés donde les obligamos a asistir... Y llegará un día que nuestros hijos desaparezcan de nuestras vidas, que estarán demasiado ocupados para visitarnos, que prefieran la compañía de cualquier persona antes que la nuestra, que formarán su propia familia... Hasta puede que en ocasiones nos odien y nos reprochen lo que hicimos con la mejor intención. Si no puedes asumir esto, mejor no seas madre o padre. Existen mil formas de dejar tu huella en este mundo y todas ellas igual de creativas y válidas, pero, si es posible, no marques a nadie, y menos a las únicas personas que te amarán sin condiciones. Porque sí, es un verdadero privilegio que nuestros hijos nos quieran. No sé en qué momento nos dejamos convencer de que parir era otra cosa y no, no lo es. ES SIMPLEMENTE UN ACTO DE AMOR. EL MAYOR ACTO DE AMOR QUE HARÁS EN TU VIDA.

Hasta la victoria Pablo #SiempreFuerte

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Hace más de una semana que falleció Pablo Ráez y España entera aún le lloran y entonan su grito de guerra #SiempreFuerte. Pablo es una de esas personas que desgraciadamente se ha tenido que morir para que conozca su historia al completo. Me habían llegado pequeñas pinceladas de su lucha, pero lo dejé pasar, no investigué más. Alguna entrevista escuché de pasada, sin prestar demasiada atención mientras preparaba la comida. Seguramente también a través de Facebook en los últimos meses vi alguna imagen con su famoso hastag, pero al entender que era un llamamiento para donar médula y yo ya lo soy, lo obvié sin más.

Por lo menos una vez al año procuro donar sangre. Normalmente el día 14 de febrero, el Día de los Enamorados. Es una tradición en mi vida desde hace tiempo. En los dos últimos años no ha podido ser por el embarazo, el parto y la lactancia. Las técnicos que recogen tu solicitud para donar sangre te suelen decir que si estás amamantando no puedes donar por si te provocan un déficit de hierro. Esto no es cierto. Precisamente durante el tiempo de lactancia exclusiva, los seis primeros meses, no se suele menstruar para conservar los niveles de hierro intactos. Y, en todo caso, no te sacan tanta cantidad de sangre para que no se pueda solucionar con un buen bocata de jamón o una lata de mejillones. La verdadera razón es que tus hormonas, principalmente la oxitocina y la prolactina, podrían afectar de alguna u otra manera al receptor. Así que si eres una madre lactante, aunque tu hijo tenga ya dos o tres años, aunque hayas dejado de lactar en los últimos meses (se tarda bastante tiempo en restaurar el equilibrio hormonal), no es buena idea que ocultes esta información. Yo hasta hace poco pensaba que era un mito más de los muchos que hay sobre la lactancia, pero lo hablé con una pediatra y asesora de lactancia y me sacó de mi error. Sin embargo, el análisis para hacerte donante de médula te lo pueden realizar sin problemas si amamantas. Seguramente ya no estarás amamantando si en un futuro te llaman para donar médula y poder salvar así la vida de alguien.

Hacerte donante de médula requiere mucho menos tiempo que una donación de sangre. Es un simple análisis. Puedes aprovechar para hacértelo cuando vayas a donar sangre. Pero también puedes hacerlo en exclusiva y te marcharías a casa tranquilamente. Ni siquiera es necesario que ingieras líquido o que comas algo porque la cantidad de sangre que te extraen es mínima. A mí en su día me comentaron que mi grupo sanguíneo es raro, B positivo, y que probablemente nunca me llamarían. Siguiendo el legado de Pablo os dejo aquí información sobre la donación de médula y os aconsejo que consultéis, por ejemplo, la pagina de la Funadación Josep Carreras para ampliar información:




Tras conocer la triste noticia de la muerte de Pablo, le busqué por Instagram y descubrí un ser bello, muy bello. Cuerpo escultural, abundante pelo negro y una enorme y sincera sonrisa, de esas que enamoran. Pero sus textos son todavía más impresionantes que su imagen. Verdaderas perlitas filosóficas como que "lo triste no es morir, lo triste es no vivir intensamente". Tan sorprendente encontrar a una persona tan joven con la cabeza tan bien amueblada. Él parece que vivió intensamente, sin lamentarse por su pasado o preocuparse por el futuro. Sobre todo después de recuperarse de la primera leucemia que le diagnosticaron. Estuvo sano durante casi un año tras el transplante de médula. En esos meses de pura vida vivió en Inglaterra, conoció a su novia, recuperó su pelo y su espectacular físico... Pero lamentablemente la pesadilla se repitió y la leucemia regresó. En esta ocasión ya no se podía recurrir a ningún familiar como donante, su padre lo había sido anteriormente. Y Pablo, lejos de darse por vencido, comenzó a compartir en las redes sociales su día a día en el hospital y a explicar el proceso tan sencillo que había que seguir para ser donante de médula. No pedía para él, sino para cualquiera que lo pudiera necesitar. Se propuso que las donaciones de médula alcazaran un millón en toda España. Creo que no debe faltar mucho para conseguirlo. Tras un durísimo tratamiento para eliminar las células cancerígenas y su médula enferma, le hicieron un nuevo transplante de una chica americana. No puedo ser, no funcionó. Se produjo un rechazo y ya no le quedan más alternativas. Su cuerpo ya no aguantaba más y cada vez la anemia y su deterioro físico eran más evidente. Sólo le quedaba mirar de frente a la muerte. Él fue valiente hasta el final y decidió morir en casa rodeado de sus seres queridos. Se fue en paz. Había cumplido su propósito: aumentar considerablemente el número de donaciones y disfrutar de la vida, de su vida. Para él no pudo ser, pero ¿a cuántas personas habrá salvado de la leucemia o de otras enfermedades graves que requieran un transplante de médula? ¿A cuántas personas habrá salvado espiritualmente haciéndoles reflexionar sobre el sentido de la vida?

No conocí a Pablo. Tengo una imagen formada en mi cabeza y en mi corazón a través de sus fotografías y sus palabras. Para mí Pablo no es un enfermo terminal extremadamente delgado, pálido, calvo y ojeroso. No es el novio, el hijo o el hermano llorado. Ni siquiera es el chico que ha provocado que todas sus redes sociales estén repletas de mensajes de despedida y de condolencias para su familia y amigos. No entiendo muy bien que tanta gente le escriba ahora. Me temo que ya no puede leer ninguno de esos mensajes y creo que la familia y su novia necesitan ya recuperar su intimidad y tranquilidad para sumergirse en el camino farragoso del duelo. No me gustaría estar tan expuesta en una situación tan devastadora como es perder a un ser querido después de tanta lucha.

Para mí Pablo es un chico joven que me recuerda que una sola persona, en una ciudad cualquiera de Andalucía y desde una habitación de hospital puede poner en movimiento a miles de personas. Sólo hace falta dar el paso, creer en la utopía. Para mí Pablo es un ser de luz que a lo largo de su enfermedad ha ido atravesando umbrales. Vivimos al revés. Los aprendizajes nos llegan después de la experiencia. A veces tenemos que tropezar varias veces con la misma piedra para reflexionar y no cometer el mismo error. Cuántas veces nos hemos lamentado de que alguien nos hubiera explicado lo que suponía ser madre, realizar unas oposiciones, vivir fuera de España o cualquier otro cambio importante en nuestra vida. Cuántas veces hemos dicho: "si lo llego a saber...". Creo que nacer y morir en el fondo es lo mismo. Las personas más sabias que he conocido a lo largo de mi vida eran muy ancianas o estaban a punto de fallecer, independiente de su edad. Con mis hijos que no nacieron con vida aprendí más que con cualquier otra persona de mi entorno. Estoy convencida que cuando un bebé nace conoce todos los secretos del universo, pero, quizás, porque estamos tan desconectados de sus verdaderas necesidades, a medida que van cumpliendo años, los olvidan. "No le cojas en brazos que se acostumbra", "se crían igual con biberón que con el pecho", "la primera noche en casa déjale llorar hasta que se harte", etc. ¿No será que por esta razón, por el daño que hemos causado a nuestros propios hijos sin pretenderlo, con las mejor de las intenciones, vivimos repletos de miedos evitando, por ejemplo, hablar de la muerte para no atraerla de algún modo? ¿Que nos pensamos que un chico tan joven y tan deportista como Pablo no puede enfermar y después morir? ¿O que pensemos que la muerte es algo que les pasa a otros? Quizás una crianza más respetuosa y amorosa nos convertiría en personas más libres, sin miedos absurdos. 

Me sorprendió mucho saber y creo que no es casual que los enfermos de Alzheimer mueran en postura fetal, es una regresión total. Pau Donés, que actualmente también está enfermo de cáncer, en una reciente entrevista ha declarado: "que a él no le ronda la muerte, que la muerte está dentro de él". Es totalmente cierto. Cuando nacemos lo único que tenemos garantizado es que nos vamos a morir antes o después. Nadie se escapa de esto, por mucho que nos empeñemos en no hablar de ello y en esconderlo debajo de la alfombra. Y María Belón, superviviente del Txunami del Océano Índico del 2004, afirma que "lo que tiene estar cerca de la muerte es que te despierta a la vida". Sí, todos tenemos dos nacimientos: el día que nacemos y el día que despertamos a la vida. Temer y rechazar a la muerte nos impide vivir plenamente.

GRACIAS PABLO POR TU LEGADO Y POR TU ETERNA SONRISA. 
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